sábado, 23 de mayo de 2009

Life on Mars


Canción: Life on Mars? (en bucle, que escribo lento)
Lugar físico: Barceloneta.
Lugar metafísico: Marte
Fecha estelar: Viernes

La acción se desarrolla como sigue:

SMS de mi ex. Tiene un encargo para hacer fotos en un evento. (ah, sí, perdón)

Evento: Inauguración de un barco pijo, para hacer viajes pijos. Carpita, bocatas y 50 pijarracos poniéndose morados.

(Continúo) Tiene un encargo para hacer fotos en un evento. -¿Me acompañas? Dices que eres mi asistente y luego nos ponemos morados, que seguro que estos pijos ponen cosas ricas para comer-. A mí me parece de perlas. Primero por que eso del profesional impostor me fascina y puedo poner en práctica mis dotes de espía fingidor que los servicios secretos (de cualquier pais, por que lo mejor es ser topo) han desperdiciado. Segundo por que me mola el rollo de gorrear comida rica. Total, que ahí vamos. Me pongo una camiseta vieja y la chupa de House (es mi disfraz de “molo tanto que sudo de tu cara”). Cargo el trípode, la bolsa de las cámaras y nos vamos para el pantalán. La escena es grotesca. Peor de lo que esperaba. Es tan previsible eso de ser pijo… en fín, que después de quince minutos estoy podridito y decido que mi reputación como fotógrafo-asistente es tan indiscutible que me voy fuera a tomar un café. Paso por el control de seguridad, donde hay un simpático, rechoncho y tuerto guarda de seguridad. Me cae bien y charlamos un poquito (yo en mi papel de asistente fotográfico y él en su papel de autoridad portuaria). Husmeo el ambiente… sí… es un olor familiar… empieza a oler a Marte, ese paisaje verde tan familiar. Busco una cafetería pero lo que hay son terrazas y me meto de lleno (atravesando un agujero de gusano) en Marte. Encuentro un bar donde jamás entraría. Entro. Es como un quirófano de pueblo, o como… como… el cuarto de baño del Fary. Me gusta. Se me acerca un perro y me lame la mano. Es el perro de dos chinos que pertenecen, sin duda, a alguna Tríada especializada en reciclar chinos viejos para los rollitos de primavera. Visten trajes tarantinescos y hablan bajito, pero en chino, lo que me parece una cautela redundante. Me siento en un taburete de la barra. Al lado están sentados un padre y su hijo, de unos 6 o 7 años. El padre tiene toda la pinta de camionero y parece simpático. El vejete que atiende el bar saca de debajo del mostrador un regalo para el niño. Es una Barbie, pero de los chinos, o sea, una Balbi. El niño pone los ojos como platos. Hacía tiempo que no veía tanta ilusión en una cara. El vejete le dice que tenga cuidado al ponerle el accesorio de microgafas de sol. El niño libera con mucho cuidado a la Balbi (con triquini fantasía) del cartón y de las abrazaderas de plástico blanco. Le empieza a peinar el pelo y sólo es capaz de decir: “esss guapiiiiiiiiiiiiiiisssssima” (para ellos) “eresssss guapiiiiiisssssima” (para ella). El padre lo mira enternecido y sonríe. Mientras sigue bebiéndose otra cerveza no deja de decir: "Señor, la que me ha caído” y sonríe “Señor, la que me ha caído” y vuelve a sonreir. El vejete también sonríe. El niño es feliz. Los chinos miran la escena muy serios y susurran entre ellos. El perro ya me ha reconocido como marciano y se tumba a mis pies. Yo me tomo mi cortado y pienso que me encanta vivir en Marte. Me encanta vivir en este tiempo y en este planeta. Hoy no me cambio por nada. Entra una mujer y pide usar el cuarto de baño por que no aguanta. El vejete le da una llave gigante y le dice que use el de hombres, que el de mujeres está embozado. Sin pestañear y con una sonrisa. Me tomo mi cortado feliz. Salgo y hago una foto del bar. Está parapetado detrás de unos contenedores de basura. Pienso que hoy no cambio mi bar marciano por ningún otro. Me pongo mi traje espacial y vuelvo a la Tierra. Saludo a mi amigo-sheriff del puerto con la mano y una sonrisa, vamos, como de toda la vida. Me devuelve el saludo con cara de bonachón y es lo último que veo de Marte, hasta llegar a la alfombra roja, coche antiguo, masseratti y horda de pijos poniéndose morados. Me sitúo al lado de una caja de bombones, como dos y me lleno de tristeza. Tú, seguro que me entiendes.

jueves, 21 de mayo de 2009

Tiempos verbales (y extraños)

Conjugación asimétrica del verbo esperar*

Presente Reivindicativo Perfecto.

Yo, te espero

Tu, parece que le esperas

Él, la espera (a otra, juraría) y le da vueltas

Nosotros, esperamos con cara de tontos y media (sólo media) sonrisa

Vosotros, (¿) a qué estáis esperando (?)

Ellos, saben que esperamos

*Nota: los pretéritos reprochativos, aunque comunes, no suelen llevar a ningún sitio. Los futuros desalentativos dependen siempre del sujeto y no de lo que predique el predicado. El resto de condicionales son mezquinos y en esta casa no se tratan.

lunes, 18 de mayo de 2009

domingo, 17 de mayo de 2009

Marte


La canción: Cerca y extraño (Entre ríos)
Ubicación: Bar al lado del río (Girona)
Fecha estelar: Domingo

Aquí estoy (sí, sí, ahora mismo), en el bar De-siempre-que-vengo-a-Girona. Cansado y con el clima un poco... cerca y extraño. He fotografiado todo lo que se podía fotografiar y he visto lo que quería ver (el orgullo de César). Fin. Sin noticias de Marte. Marte también está cerca y extraño...
Ayer hablando con J le decía: "Pero J, puedes esperar (o no) la reacción del otro, pero la decisión de esperar (o no) es sólo tuya. Luego no vayas con reproches "que si no contestas, que si le digo y no me dice, que esperar y no saber es lo peor...". Me llené de sabiduría a eso de las ocho de la tarde del sábado. Ahora, domingo y aprovechando el olor a fritanga, me apresuro a comerme mi sabiduría y todas mis palabras sabias. Cerca y extraño. Tan raro echar de menos, extrañar cuando apenas (casi nada) se conoce...
El río está verde, creo que no lo había dicho. A veces sale el sol (cualquier excusa es buena para no atacar el "tema") y lo hace (ahí va) verde, todavía más verde, más... (...)
Acaba de sentarse una chica en la mesa de al lado. Debo tener la pinta de intelectualoide que tanto he ensayado. Sé que no le diré nada y sé que ella no me dirá nada. El equilibrio se mantiene, el universo sigue funcionando. Está ojeando una revista de viajes. Creo que me cae bien. Además, también hace fotos. A modo de remate y descabello, acabo de poner la dichosa canción en "repetición infinita". Cerca y extraño.
Tampoco he mencionado que acabo de asesinar, con la mirada, a una voyeur (de considerables dimensiones) que quería hacerme una foto (con disimulo y alevosía) desde dos mesas más allá. Le debo parecer de lo más pintoresco, escribiendo a todo trapo y sonriendo de vez en cuando (para mí, no para ella que la acabo de asesinar). En fin... Tantos años ensayando "la pose" y en lugar de sentir el mundo en mis manos, estoy aquí (cerca y extraño) medio aterrorizado por el color verde (cuya opacidad es de un 10%, modo de fusión Luminosity) y por que la vecina de al lado no está del todo mal y además me cae bien. La acabo de nombrar "estado de ánimo" del día. Cerca y extraño. Aunque ella sea sólo metáfora de lo que ocurre en Marte, por que Marte está lleno de hombrecillos verdes y además creo que la superfície marciana es de un verde furibundo (cualquier daltónico lo puede corroborar).

jueves, 14 de mayo de 2009

Z


El Zorro era un "zorro" y esto no es una afirmación a lo Magritte o una defensa redundante de "El Zorro" (Mamá ¿por qué siempre me disfrazaste de "El Zorro"?). Esta afirmación tiene que ver con otro zorro, uno que vivía en una madriguera, cerca de un campo de trigo y que un día conoció al Principito (el zorro era macho, por que de otra manera en lugar de un cuento hubiera sido un reportaje de prensa rosa "El principito y la zorra", injusticias del lenguaje, en fin...). Decía que el zorro, sabía lo que se decía. Le explicó al Principito, mejor que nadie, que es amar. Incluso antes de eso, le explicó cómo uno se en-amor-a (el arranque), cómo uno se llena de ilusión (el proceso), cómo uno se llena de necesidad (la querencia) y cómo uno se rompe (la pérdida). Pero lo más importante es que le enseñó a amar (la libertad de irse o quedarse, la voluntad de dar sin esperar recibir) y además le puso precio, el coste. "Uno es siempre responsable de lo que domestica". Qué zorro era el Zorro... él ya sabía que el amor nos cambia, en ese momento y casi sin saberlo, emprendemos un viaje y de los viajes no se regresa (no siendo el mismo, no al mismo lugar del que partimos). El amor nos hace distintos, ni mejores ni peores, nos transforma y se queda a vivir dentro. Rodi dice que "quizá el único sentido del viaje es volver para que uno sepa que se fue" (Rodi es medio zorro, también). El precio es cambiar, el precio es moverse, el precio es vivir, el precio es...  el color del trigo. 
Sí, el Zorro, era un zorro.

"...Pero el zorro volvió a su idea:
-Mi vida es monótona. Cazo gallinas, los hombres me cazan. Todas las gallinas se parecen y todos los hombres se parecen. Me aburro, pues, un poco. Pero si me domesticas, mi vida se llenará de sol. Conoceré un ruido de pasos que será diferente de todos los otros. Los otros pasos me hacen esconder bajo la tierra. El tuyo me llamará fuera de la madriguera, como una música. Y además, ¡mira! ¿Ves, allá, los campos de trigo? Yo no como pan. Para mí el trigo es inútil. Los campos de trigo no me recuerdan nada. ¡Es bien triste! Pero tú tienes cabellos color de oro. Cuando me hayas domesticado, ¡será maravilloso! El trigo dorado será un recuerdo de ti. Y amaré el ruido del viento en el trigo..." 
. . .
"...Así el principito domesticó al zorro. Y cuando se acercó la hora de la partida:
-¡Ah!...- dijo el zorro -. Voy a llorar.
- Tuya es la culpa -  dijo el principito-. No deseaba hacerte mal, pero quisiste que te domesticara...
-Sí- dijo el zorro.
-¡Pero vas a llorar!-dijo el principito.
-Sí- dijo el zorro.
-Entonces, no ganas nada.
-Gano- dijo el zorro-, por el color del trigo." 

martes, 12 de mayo de 2009

Divagaciones de un cosmonauta (o por qué el viaje es infinito)


No sé que hago aquí arriba,
en mi pequeña cápsula espacial.
Me dijeron que sería embajador del mundo
y llevaría el mensaje de mi sol
a todos los demás soles.
Me adiestraron tan bien
que casi no floto
y casi no pienso en ser máquina.

Mis padres, en pijama,
no me esperan ya para cenar
y ahora todos los vecinos les felicitan
por tener un hijo cosmopolítico.

Pero ahora que veo, por fín,
el huevo azul del mundo
me digo que no quiero ser cosmonauta,
que no quiero buscar nada
ni ser mucha gente...
Aquí la noche es más profunda
y las estrellas siguen estando lejos.

sábado, 9 de mayo de 2009

Noruega


Noruega está llena de arañas. Allí no las matan por que creen que dan suerte (esta afirmación  no está lo suficientemente contrastada). Yo odio las arañas, no me gusta que tengan tantos ojos (nunca sabes cuando te están mintiendo) y no me gusta la forma en que se relacionan con otros bichos “no es nada personal, pero ya que has caído en mi trampa, te voy a atar y te voy a chupar (con perdón) hasta dejarte en el pellejillo, pero tu no te muevas, que en un rato vuelvo y acabo el trabajo”. No, definitivamente no me gustan las arañas, pero hubo un tiempo en que adopté una y resistí mi furia asesina por que en Noruega creen que dan suerte. En Noruega también  hay  cortezas saladas recubiertas de chocolate con leche y playas de guijarros y parques de verde rabioso y también hay nidos de avión y amantes tristes y canciones incomprensibles y azules. 

Nunca fui a Noruega, aunque aprendí algo de noruego: Sí, No, Buenos días, Gracias, Estoy aprendiendo noruego (me gustó por redundante), Lo siento y Adiós. Quizá se me quedó un poco pequeño el país (creía que era más grande… que había más), o quizá es que me insistieron tanto en que hacía tanto frío, que al final me lo creí.

domingo, 3 de mayo de 2009

Ítaca


Volver a Ítaca no fue volver, querido Ulises. Como dice el tango, volver con la frente marchita, después de un año, diez o veinte, es recordar, es la bofetada, el aire que duele dentro y las ganas de irse. Los que volvimos (bien lo sabes) no lo hicimos por que nos fuimos a por tabaco, esperando que todo quedara igual, inmóvil, como en una fotografía. Los que nos fuimos dejamos algo nuestro y sí, lo perdimos. Nosotros ya cambiamos en el camino, nosotros no somos los mismos y "volver" se convierte en un viaje a ninguna parte, a una idea que no existe y que dejó de existir en el mismo momento que nació la idea del "viaje". En realidad, Homero quiso hacer una historia redonda, con inicio y fin en el mismo punto... pero él sabía que los viajes (voluntarios o no), que los cambios (queridos o no), son historias con forma de espiral. 

Ulises creía que quería volver y cuando lo hizo, se equivocó. Y... sí, murió de viejo, como dijo Homero, pero lo que ocultó, lo que nunca dijo, es que todos los días de su larga vida se sentó sobre la misma piedra y miró con tristeza el mar infinito.

viernes, 1 de mayo de 2009

Excavar sin tiritas es excavar con las propias manos. Sentir la tierra o la arena hundiéndose entre las uñas. Es reconciliarse con el animal que vive dentro, con el instinto. Es quitar de un sitio para poner en otro. Arañar la tierra, vaciar y construir un espacio,  por que para construir no hace falta añadir, a veces es sólo quitar. Excavar es todo eso, es una pelea contra la masa, es un plan infinito, es la huella que dejamos, la prueba de que existimos.  Excavar es esperar que hay más, descubrir ese más y colonizarlo. Excavar también es sentir el roce en la piel, a veces perderla, arañarse tanto como se araña, incluso a veces más. 
Las tiritas no curan, de las tiritas no se aprende, hacen otra piel y esconden la herida, la apartan como si no existiera, como si lo hecho no fuera tan importante como lo que ha quedado.
Para excavar, no quiero tiritas.