viernes, 26 de junio de 2009

Yo vi un marciano


Fue el día de San Juan (Sant Joan, si quieres hogueras y petardos). Andaba yo con Animalito en la playa cuando todo ocurrió. Entre nube y nube, humedad a rabiar, viento de levante (ayyy, Perejil, Perejil) y poco sol que llevarse al pellejo, vimos al marciano. Paseaba con una mochila roja que (sin duda) le suministraba el suficiente dióxido de carbono, mezclado con nitrógeno, que le permitía respirar y caminar (o flotar) con apariencia de terrícola. Su traje también era rojo, pero era un traje de verano (obviamente) y le protegía desde la cabeza a las partes más nobles. Las piernas (para mi sorpresa) se mostraban en número de dos (nada de tentáculos ni extremidades viscosas) y por cierto, que bien morenas que estaban. Paseaba o más bien, se deslizaba, sobre la arena y sobre el agua indistintamente. A parte del traje espacial rojo lo más reseñable era el bulto, a modo de inicio de cola, que le adornaba la rabadilla. Quizá fuera un indicador de su sexo, pero mi conocimiento sobre los órganos sexuales de los marcianos son muy limitados y prefiero no pronunciarme. No vi verde por ningún sitio. Pero tal vez utilizara algún tipo de potingue colorante (crema autobronceadora), para despistar a los terrícolas más suspicaces.
El caso era que estaba en la playa, absorbiendo rayos U.V. y haciendo algún tipo de fotosíntesis. Me levanté de la toalla (con mis mejores intenciones de paparazzi) y busqué la cámara para (por fín) demostrar al mundo la existencia de vida extraterrestre entre nosotros (Mulder estaría orgulloso). Hice varias instantáneas escarmentado por mi experiencia o.v.n.i. del verano pasado, que pasó sin pena ni gloria por que estaba solo y por que hice fotos con el zapatófono sin ningún resultado satisfactorio. Además, desistí de contarlo por la cara de simpatía-pena-suspicacia que provocaba en mis oyentes. Ahora, al fin, he conseguido pruebas, no tan sólo de la existencia de los marcianos, si no también de que les encanta la playa y piensan que los terrícolas van con anorak a tomar el sol. Le seguí con la vista un rato hasta que se perdió camino de las torres Mapfre (vale, aclaro, Torre Mapfre y Hotel Arts, para los puntillosos). ¿Cómo habrá venido? ¿en un o.s.n.i? ¿en un o.v.n.i.? ¿habrá aterrizado en la recién estrenada T1? ¿o tiene anclada su nave bajo el hotel-vela (like Dubai's style) con que nos ha honrado su graciosa divinidad el sr. Bofill? Sea como sea, espero que venga para quedarse. Que comience de una vez la primera oleada y que me reclute como espía-topo-traidor-terrestre y me encomienden misiones destructivas, como por ejemplo: eliminar el hotel-vela, volatilizar la comisaría de Plaça Espanya, freir el Teatre Nacional, enterrar el esquelético hotel de Bellvitge o hacer volar de una vez el arito de cebolla en el que se ha quedado la plaza de toros de las Arenas (a lo Odisea 2001). No me lo tengas en cuenta, pero saber que hay otros mundos, anima que es una barbaridad.

jueves, 25 de junio de 2009

"Un montón de estrellas"


No sé bailar. Basta. Mi sistema locomotor (locomotor huele a carbón, vías y relojes suizos) o locomotriz (que tiene el tacto de un gusano de tierra pero de acero) doesn't work. O sea, que no. Dios, nuestro señor (si es que lo hubiere o hubiese) no me llamó por ese camino. Soy incompetente para muchas cosas, pero rematadamente incompetente para o tocar o bailar música. El ritmo (un, dos, tres, cuatro y patadita al aire pero sin mover los hombros) no se me da bien. Como mucho, mucho, mucho, dejo que la gravedad atrape mis pies (+5 ó +6) y hago el movimiento sexy de cadera. Terrible. Como personita sensible trato de quedarme enterrado entre la masa y no ser identificable. Eso sí, me gusta ver bailar. No me da envidia, mientras haya un martini cerca y unos cuantos cigarrillos. Yo, a lo mío. Tu, baila lo que quieras. Me limito a sonreir y a lanzar rayos gamma (de alta radiación y amplio espectro) a los machos alfa que sobrevuelan (con dientes de neón) las proximidades de tus caderas. Por supuesto, los rayos gamma son invisibles y sutiles, así que aunque tú los veas el macho alfa no. ¿Entonces, para qué sirven? (te preguntarás) pues, en realidad para nada, salvo para crear una realidad paralela en la que se decide la vida de los dos (del macho alfa y del delta (ése soy yo)) mediante la resolución de un puzzle o de un autodefinido. La muerte del que pierde es terrible, naturalmente. Casi siempre suelo ganar yo, así que los rayos gamma tienen mucho sentido y son tremendamente importantes. En fin, que no bailo. Y sonrío y me bebo lo que haya bebible mientras sonrío, por que me gusta verte bailar y verte feliz y ver caer todas y cada una de esas murallas cuando suenan las trompetas, como pasó (o dicen que pasó) hace mucho, allá por los Jericoses.

sábado, 20 de junio de 2009

A cualquier otro lugar


A cualquier otro lugar. Lo mismo da. El lugar no es importante hasta que lo llenas. No es nada por que no tiene historia, o sí la tiene, pero ni tu ni yo la conocemos y eso, tampoco importa. ¿Qué más da? Como los viajes, los lugares sirven para saber que uno estuvo y fue (del verbo ser, no del ir).
Además de mis superpoderes como doblador-de-tiempo, también empiezo a tener los del "canvi-de-lloc-instantani", esto es, un interruptor (más o menos en el cogote) que es capaz de desplazarme de la realidad espacial donde esté y transportarme a otra, más brumosa y silenciosa. En esos lugares no hay eco, la voz no tiene mucho sentido y uno se siente tan raro como en una cámara anecóica. Como la falta de memoria, que a uno le suena pero no logra concretar ni fijar el recuerdo. En ese lugar todo es piel y olor a piel y olor a saliva en la piel y arrugas delgadas como alfileres (de esos que se te clavan y te atraviesan). Ese lugar es el espacio donde acaba uno y empieza el otro. Esos huecos y pequeñas cavernas donde vive el deseo y el animal y la urgencia y la sonrisa y los dientes que muerden y el perverso (el que se deja la vida) y el niño (el que quiere conservarla).
Podríamos estar en cualquier otro lugar. En Alexanderplatz, comprando una salchicha a un vendedor-cocina, o en aquel puente tan grande de Rotterdam que daban ganas de llorar. Podríamos estar en aquella calle de Nauplia con un capuccino frappé o en aquella pequeña pizzería de la piazza Navonna con los grifos del baño tan raros. Podríamos estar, incluso, en aquella cala roja como termitero de Ibiza, o en mitad de una prospectk de Moscú, oliendo a albóndigas rusas y a té herrumbroso. O podríamos estar en el banco especial, allá desde donde se veía el circo aquel domingo o en aquella cafetería árabe dónde me enseñaste a jugar al backgammon (y aprendiste que tengo tan mal ganar como mal perder). Podríamos estar en cualquier otro lugar y seguiría dando lo mismo por que el lugar que importa es ése espacio donde yo acabo y empiezas tu, donde la piel se pega y siempre hace calor.

¿Cuántos son cuarenta puntos?


Pues hombre... cuarenta puntos, son cuarenta (40) puntos (dirás y te quedarás tan anch@). Pues... no, uno no sabe cuántos son cuarenta(40) puntos.

Digamos que tenía prisa. Que, además, el metro tardaba y que después de que llegara y me subiera y viera las lucecitas de las estaciones que ya habían pasado, me doy cuenta de que voy en dirección contraria. Perfecto. Bajo en la siguiente y cambio de andén. Vuelvo a esperar. Me maldigo y me siento tonto. Otro tren llega (éste, en la dirección correcta). Me subo. Dos paradas y transbordo. Naturalmente el peor de todo TMB (o sea) Passeig de Gràcia verde-amarilla. Tunel interminable. Prisa sin reloj. Noto que estoy sudando y que la camiseta empieza a tener más querencia por la piel de mi espalda. Otro andén. Dirección correcta (dos de tres, no está mal). Otro tren. Parada, parada, parada, parada, parada, parada, Ítaca y última parada. Bajo. Ahora el paso es entre carrerita y trote, pero suave por que no quiero llegar empapado. Pasillo, pasillo. Cara de pocos amigos. De pronto, entre el slalom habitual de los pasillos-donde-la-gente-no-tiene-prisa, oigo a mis espaldas:

"¡Qué bueno estás!, por lo menos tienes cuarenta (40) puntos."

Stop. Evalúo la situación. Una mirada, rápida como centella, me dice que:

a) Hay tres personas delante de mi. A saber:

a.1) Abuelo-sin-prisa.
a.2) Mamá-con-cochecito-sin-prisa.
a.3) Niñ@ (sexo a determinar) en cochecito-que-empuja-mamá-que-no-tiene-prisa.

b) Hay una persona a mi altura.
b.1) Yo.

c) No se puede mirar con los ojos del cogote cuando uno no tiene ojos en el cogote, así que visualizo (en la RAM) a las últimas personas que he esquivado.

c.1) Adolescente-medio-skater-emo.
c.2) Mujer con pelo-montaña-y-culo-plano.

La voz, era de mujer. Misterio nº1 resuelto. Por supuesto no sé qué hacer. No recuerdo haber sido objeto de tamaña osadía y atrevimiento halagador en mi vida, así que no hay protocolo a seguir. Opciones:

1) Me giro y me pongo como un tomate con sonrisa de bobalicón.

2) ¿Para qué girarme? igual me ve, se lo piensa mejor y rectifica.

3) Igual de un golpe me quita puntos.

Puntos. Cuarenta (40) puntos. ¿Cuántos son cuarenta (40) puntos? ¿Sobre cuánto es la escala? Sobre cincuenta (50), la verdad es que está muy bien para ser mi primer piropo. Pero cincuenta (50) no es tan redondo como cien (100) y claro, sobre cien (100) no llega a aprobado raquítico.
La curiosidad es tan grande que estoy tentado de girarme sólo por preguntar. Sólo por saber si yo y mi ego (que venía conmigo pero se quedó en el primer tren contradirección) debíamos estar contentos y orgullosos. No sé mucho de deportes. De ninguno. Pero no me suena ningún tanto que valga cuarenta (40) puntos. 2, 3, 15, 30, 10... ¿pero 40? No acabo de saber cuán contento me tengo que sentir... pero oye (me digo) si me dan 40 puntos con la cara desencajada, sudando y con prisas... cuando me pare, encienda un piti, arquee una ceja poniendo media sonrisa y lance chispas por los ojos... seguro que me salgo de la tabla!!!
Mola. "Col mi Forty, beibe..."


miércoles, 17 de junio de 2009

:)



En la que el Bernat se't troba

I ahir a la nit vam conèixer tres dones altes i elegants i
amb una em vaig posar d’acord, vam conversar i vam riure i hem fer l’amor.
I m’ha parlat del seu país i de les coses que fa aquí
Amb un castellà força estrany, sorprenentment fluïd.

Quin nas més gros que tens, m’ha dit, la dona alta des del llit
i a la paret ha assenyalat un quadre verd que de nena havia pintat.
I què bonic, què bonic, què bonic m’he dit.
Quina nena més dolça devia ser, quin plaer haver pogut conèixer fa molt de temps.

(xiulets)

Si tanques els dos ulls, m’ha dit, si et quedes quiet a dins del llit, t’ensenyaré una cançó que a casa em cantaven per anar a dormir.
Parla d’un bosc i d'un senyor que hi viu aïllat entre oms i flors i es protegeix dels mals humans amb un exèrcit d’animals.

I què bonic, què bonic, què bonic, m’he dit.
I quina veu més fina que té, quin plaer haver-la pogut conèixer-la fa molt de temps.

El Bernat m’ha dit que t’ha vist per Barcelona
Que t’acompanyava un home molt alt
Que li has preguntat si encara ens freqüentàvem
I que m’envies molts records,

Però, el Bernat m’ha dit que t’ha vist per Barcelona
Que t’acompanyava un home molt alt
I que li has preguntat si encara ens freqüentàvem
I que m’envies molts records.

Però, el Bernat m’ha dit que t’ha vist per Barcelona.
Que t’acompanyava un home molt alt
Que li has preguntat si encara ens freqüentàvem
I que m’envies molts records.

En la que Bernat te encuentra

Y ayer por la noche conocimos a tres mujeres altas y elegantes
y con una me puse de acuerdo, conversamos, reímos e hicimos el amor.
Y me ha hablado de su pais y de las cosas que hace aquí
con un castellano bastante extraño y sorprendentemente fluído.

Qué nariz más grande que tienes!, me ha dicho, la mujer alta desde la cama
y en la pared ha señalado un cuadro verde que de niña había pintado.
Y que bonito, que bonito, que bonito me he dicho.
Que nena más dulce debía ser, que placer haberla podido conocer hace mucho tiempo.

(silbidos)

Si cierras los dos ojos, me ha dicho, si te quedas quieto en la cama, te enseñaré una canción que me cantaban en casa para ir a dormir.
Habla de un bosque y de un señor que vive aislado entre olmos y flores y se protege de los males humanos con un ejército de animales.

Y qué bonito, qué bonito, qué bonito, me he dicho.
Y qué voz más fina que tiene, qué placer haberla podido conocer hace mucho tiempo.

Bernat me ha dicho que te ha visto por Barcelona
Que te acompañaba un hombre muy alto
Que le has preguntado si todavía nos frecuentábamos
Y que me envías muchos recuerdos,

Pero, Bernat me ha dicho que te ha visto por Barcelona
Que te acompañaba un hombre muy alto
Que le has preguntado si todavía nos frecuentábamos
Y que me envías muchos recuerdos,

Pero, Bernat me ha dicho que te ha visto por Barcelona
Que te acompañaba un hombre muy alto
Que le has preguntado si todavía nos frecuentábamos
Y que me envías muchos recuerdos.

sábado, 13 de junio de 2009

Historia del Hombre-vela (en 3 días)


Día 1

Esta tarde he visto a mi vecino del entresuelo. Es la tercera vez que lo veo en el año y medio que llevo viviendo en mi pequeña cápsula espacial. Lo sé por que una de esas veces lo sorprendí (como sólo se puede sorprender a un roedor) intentando entrar en su piso (guarida). Creo que trabaja en la tienda de velas que hay al doblar la esquina. Digo "tienda de velas" por que cerería me parece poco preciso y velatorio me parece confuso.
El caso es que lo vi caminar a plena luz del día por la plaza de la Catedral y lo reconocí enseguida por que caminaba igual que podría caminar una vela rota (si algún día decidieran caminar). Con el paso roto, el cuerpo roto, como si una fuerza invisible (sin duda la mecha de la vela) le ayudara a no derrumbarse. Piel blanca (naturalmente) y el poco pelo de un color negro intenso. El torso encorvado (consumido por algún fuego) y los pantalones hasta los sobacos (como candelabro).
No puedo dejar de preguntarme cuál es su historia. Y no me refiero a su vida, que tanto podría haber sido Simbad el Marino, como un triste ratoncillo en baúl de naftalina. Me refiero a la historia que le rompió. Al amor que le rompió. Amor de hijos, de madres, de dinero, de religiones, de perversiones... a ese amor que nunca llegó o llegó y se fue o llegó, rompió, devastó y se fue.
La vela sólo sujeta por la mecha... -demasiado estoicismo -me digo y así lo memorizo, por si algún día me hace falta y me "distraigo afeitándome"...

Día 2

Fue un buen día. Al menos para mí. Después de caer en la sima (por que uno sigue siendo un poco idiota y además tiene mala suerte) y hacer un par de malabarismos para salvar la situación, me dio por pensar que le debía algo al mundo. Así que impelido por esta empatía que haría rechinar los dientes de un Replicante, me postulé como oído y oreja y sonrisa para una de las Hermanas que han perdido la Fe*.

* También pertenezco a una secta (como la de David "ylacamasinhacer") y el Dios de nuestra secta es cruel y vengativo. Además desde lo de la "crisis" ha empezado a manifestar graves desequilibrios psicológicos con tendencia a la sociopatía, así que las Hermanas están inquietas y se van desmoronando una a una. A una se le cae el pelo, a otra los dientes, a otra el alma, a otra las lágrimas, a otra la comida... todo cae cuando Dios truena (con ese gritito histérico suyo, tan de niña y afilado). A los Hermanos se nos caen los ojos (por que uno los baja) y sueña con brutales torturas y con Are-you-talking-to-me? y revólveres que salen de las mangas.

Decía que me había postulado como confesor de una de las Hermanas (a la que se le cae el alma) y después de algún martini y unas horas de charla, me fui para casa. Animalito estaba por las inmediaciones y también había recibido la ira de Dios, así que quedamos para odiar a Dios juntos. Justo cuando nos íbamos a despedir (en la portería de mi casa) vimos al hombre-vela. Lo vi yo, por que Animalito no sabía de su existencia. Hay que ver lo distintas que se ven las cosas cuando uno está vivo...

Día 3

Volvió del trabajo. Pasó a comprar pan, creo, por que torció por otra calle. Sacó las llaves del bolsillo y cuando fue a abrir la puerta de abajo, vio que se acercaba a miles de kilómetros, el hombre-vela. Cargaba dos bolsas de la compra. Debían pesar mucho y eso le favorecía por que ahora su andar roto no llamaba la atención. Abrió la puerta y se quedó ahí, esperando. Esperó cinco minutos, o sea, un cigarrillo. Cuando el hombre-vela llego, vio la puerta abierta y a un tipo medio calvo y sonriente que le esperaba. El hombre-vela le miró y sonrió. Tenía los ojos azules y una bonita sonrisa. -¿Me estabas esperando?- dijo - Sí, después del trabajo ya no hay prisas- le dijo el tipo calvito. Subieron la escaleras y se despidieron - Buenas tardes (hombre-vela)- dijo el uno- Hasta otra (calvito)- dijo el otro.

Parece un buen tipo. Me gusta.

martes, 9 de junio de 2009

Simas


Digamos que uno tiene... 13 años, por un poner. Digamos que, como protoadolescente es tan imbécil (es un suponer y las hormonas hacen mucho) como el que más. Digamos también que se va al Carrefour y tentado ante el CD de moda (ése que tanto le gusta a la chica-imposible) un escalofrío recorre su cuerpo. No tiene dinero (la paga no le llega), pero tiene que conseguir ese CD. Está convencido de que la chica quedará impresionada ante hazaña tan temeraria. Supongamos ahora que abre, sudoroso y con palpitaciones, su chaqueta (esa de imitación que le compró su madre) y con mano temblorosa coge el CD. Lo mira con atención. Pero no lo mira. Lo que hace es comprobar con el rabillo del ojo, que nadie le está observando. Sabe que tiene que ser rápido, sabe que tiene que arriesgarse y sabe que sólo tendrá una oportunidad si no quiere levantar sospechas. Mete la barriga para dentro y se dispone a encajar la rígida caja de plástico (con todas esas aristas) en sus partes más nobles y menos usadas (por otros). La maniobra es veloz, el gesto perfecto, la habilidad, de un prestidigitador. Sonríe, lo ha conseguido. Bien. Ahora ocurre algo, un imprevisto, un accidente y a velocidad de vértigo: La chaqueta no cierra, el botón del pantalón sale disparado, la cremallera se abre, los pantalones (un par de tallas más grandes) caen a plomo, casi como la caja del CD, pero más silenciosos, por que la caja al caer se rompe y al CD le da por rodar sobre su perfil milimétrico justo cuando el guardia de seguridad dobla la esquina y aparece frente a él. 
¿Veis el agujero que se abre en el suelo? ¿Sois capaces de ver la sima justo debajo de sus pies?
Pues eso. 

sábado, 6 de junio de 2009

S.S.A.T. (satélites de amplia trayectoria)


Sucede que a veces uno se despierta triste, se desayuna triste, se va al trabajo triste, se fuma triste, se come triste y se vuelve a su casa triste. Nota el agujero en el estómago y es más consciente de su pulso (en la frente no hay pulso -dijo ella). Sucede  que a uno le sobra el mundo y las gafas de lejos, por que lo que uno quiere ver lo ve sin esfuerzo, sin siquiera ver. Sucede que uno es más consciente de que está solo por que recuerda las caricias en la barba y el cuerpo encajado en el cuerpo y a pesar de que uno debiera haberse acostumbrado a hacer la maleta, no la hace, por que aunque cueste, todavía quiere quedarse… un ratito más. Uno se sorprende por que echa de menos sus propios sueños, sus propios nudos y el espejismo, la maleabilidad… y en esos días sucede que uno es menos uno y uno no entiende la razón de ese instinto suicida, de querer “querer” sabiendo que las cosas que uno quiere nunca se conservan. Uno quiere los labios, quiere los besos, sin saber cómo son, a qué saben, cómo sientan… y sucede que uno acaba sonriendo (cuando acaba el día y la tristeza y la añoranza y las dramaturgias y los cigarros y la cena) por que uno comprende que la razón de su suerte no es querer, sino vivir momentos o vidas o canciones o silencios, a su lado.

jueves, 4 de junio de 2009

Equilibristas chinos


Malditos equilibristas chinos. No sé cómo lo hacen. Malditos sean. Tal vez es por que se entrenan desde pequeñitos, o quizá es que ya nacieron así. Igual el secreto es ser pequeño y no crecer, o crecer pero seguir siendo niño. Con la mente de niño (el universo de niño, la mirada de niño), sin miedo a caer. Tientan al vacío llevando consigo la gloria y la derrota sin alegrarse demasiado, sin entristecerse demasiado. Se acostumbraron a flotar, a levitar y a volar sin volar. Malditos sean.
Los imagino y noto el nudo en el estómago, la sonrisa entrecortada, a medias las lágrimas y les envidio. Yo que siempre fui hombre-bala (a veces con red, a veces sin ella) y que lograba despreciar la gravedad (la física y la otra) sólo por que la explosión me hacía volar (ese querer que me quieran para encontrar una razón para quererme). Para mí, que no tengo madera de domador y ser payaso me rompe, lo más difícil siempre fueron las cuestiones del equilibrio. "Toma, esto es para ti" (toma, sólo toma). Un monólogo y la espera se desintegra por que deja de existir o por que lo llena todo. Entonces flotas y te vuelves pulso acelerado y sangre y adrenalina y tus contornos se definen y es entonces cuando sabes que estás vivo por que te estás muriendo desde siempre.
El vacío, la cuerda tensa, la caricia, la sonrisa a un par de centímetros, el abrazo, el aliento, el beso que no llega y el salto que tienta (que tanto tienta).
Malditos equilibristas chinos.