martes, 23 de noviembre de 2010

Poder y miedo


Hay un par de temas en los que no dejo de pensar. Los dos están relacionados, lo sé, pero aún no sé cuánto o si el hilo que los une es lo suficientemente consistente. Escribo y ya se verá.

El primero va sobre porqué no voy a votar. No voy a explicar que creo en los ideales políticos y que creo que es una obligación hacerlo, eso ya lo sé, está ahí y de alguna manera sigo creyendo en esos ideales que, más que políticos, me parecen éticos. La política, los políticos, están tan lejos de mi, que hace tiempo que los deseché, al igual que los representantes de Dios, Alá, Yahvé, Budda o quien sea, en la tierra. Las ideas están bien, los hombres que "venden" esas ideas, no tanto. Hasta aquí nada nuevo. Los políticos sólo ambicionan una cosa, poder. Hay una estructura social que han construido y que se resisten en dejar. No importa quién está arriba o abajo. Pueden cambiar cosas, todavía les damos ese poder, pero es cada día más limitado, más focalizado. Solamente pueden escoger qué estrato social perjudican y qué estrato social benefician.

Ayer leí una entrevista a un sociólogo (link) y me hizo pensar. La política que tenemos, la que hasta ahora hemos conocido, se muere. Es simple, sólo es capaz de actuar de forma local y el mundo hace años que dejó de serlo. Las sociedades, las economías, son globales, están en manos de corporaciones y empresas que no tienen nacionalidad y que no rinden cuentas a nadie. Se aprovechan de ello, saltan y se mueven haciendo que pueblos, ciudades, incluso ahora naciones, se vengan abajo. Una empresa se crea por dinero. Es un ente, no es alguien que pertenece a un lugar, unas raíces, unos principios... su único principio es el dinero. Crece, se expande, cambia de piel, incluso de estructura, pero su "sentido de la vida" es el dinero. La política y el poder cada día están más alejados (como dice Bauman). La política puede distraernos, hacer malabarismos o prestidigitación con banderas, idiomas, lenguas, líneas en los mapas, da igual. Los políticos no tienen poder, no llegan donde puede llegar una multinacional, una agrupación de empresas, de bancos o de cajas. Están presos, secuestrados en su propia jaula, sus dominios y su misión es convencernos de que la jaula es buena y mejor que las otras de al lado.

El mundo está globalizado, nos comunicamos de manera globalizada, sin fronteras, podemos compararnos con la otra esquina del mundo. Las ideas fluyen de una a otra punta del globo y sin embargo, estamos encerrados en una estructura política local sin sentido.

Las alternativas, no se me ocurren. Quizá volver a una aldea sin querer saber (y sin poder saber) nada del resto del mundo, pudiera dar sentido a esa estructura política. Quizá así sabríamos que si nuestra sociedad es próspera, no sólo es debido a nuestro esfuerzo si no a haber dado el poder de gobernarnos a la persona adecuada. O en el caso opuesto, sabríamos que cuello de tirano cortar. Eso ya no es posible. Las estructuras suprapolíticas son demasiado grandes y autónomas. Requieren de nosotros, trabajo y consumo, nada más.

***

El otro tema del que quería hablar es del miedo. Resulta que el que tiene poder utiliza el miedo para mantenerlo. Un tipo, un buen intencionado tipo, recibe un encargo. Es un reto, hay que pensar, soñar y proyectar. Es difícil y las condiciones son duras, pero lo acepta. Cuando empieza a realizarlo las condiciones de ese pacto inicial cambian, se vuelven más duras, casi imposibles. El tipo... quizá duda, pero sigue adelante. Cede. Las condiciones vuelven a cambiar (y los modales y los tonos) y es aquí cuando se destapan las caretas y se dice "yo te digo lo que tienes que hacer, no pienses, no te pago para ello, harás esto así y ahora y si no estás de acuerdo tengo a cien como tu esperando". El tipo, vuelve a ceder, pero ya... ya no cede, ya no es nadie, ha dejado que otro le diga quién es. El miedo es terrible, el tipo aprende a vivir con miedo, con angustia, por que ya no es él, es... lo que le han dicho que es.

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Creo que acabo de comprender cuál es el hilo que hilvana las dos historias. Hemos perdido el poder, por que hemos dejado que otro nos diga quienes somos.

lunes, 8 de noviembre de 2010

Angustia y metro


No sé si quiero saber. Hoy después de levantarme, ducharme, vestirme, etc, he ido a coger el metro. Vaya novedad (diría yo), pues sí, lo ha sido. He paseado un poquito más y lo he cogido en otra estación, más pequeña, de aquellas de barrio que nadie reforma por que hasta-aquí-no-llegan-turistas. En fin, la estación. He ido a picar el billete y ha marcado pero el torno no ha girado. Guay. Con la maravilla de las t-50 uno no puede volver a picar, por el rollo del unipersonal, así que he saltado la valla con la conciencia bien tranquila (como sabrás, estas cosas sólo ocurren en las estaciones de barrio, por que para saltar una del centro tienes que ser plusmarquista de salto con pértiga). Total, que he bajado al andén y he visto al guardia de seguridad en la otra punta. Le he mirado desafiante y me he apoyado en el muro abovedado (ahí se notan tantos años de arquitectura), esperando al convoy.

Éramos unas cuantas almas con cara de sueño y auriculares desprecia-mundo. Viene el tren y un tipo de unos cincuenta, con cara... indefinible, entre angustiosa y nerviosa da unos pasitos, cada vez más rápidos, hasta el borde del andén, justo cuando entra la máquina. Me he quedado blanco. ¿Qué está pasando aquí? a sólo tres metros de un tipo que se asoma al abismo... El tren para, bajan pasajeros y con la cara blanca y el ceño fruncido entro al vagón. Miro por si ha subido con nosotros y no le veo. Pienso a toda prisa entre los pitidos que cierran las puertas. ¿Realmente se quería tirar? No puede ser... ¿o sí?. El tren arranca y por la ventanilla logro verle de pie en el andén. Da miedo su cara, sus ojos... no está aquí, no está en este mundo. Empiezo a pensar que estoy haciendo algo mal, que debería avisar a alguien. Ahora el angustiado soy yo, mientras el tren recorre otra estación. Las puertas se abren, entra más gente y sale poca. Tengo demasiada imaginación... eso debe ser. De nuevo el tren arranca y llega a otra estación. Las puertas se abren, la gente entra y entra y sigue entrando, pero las puertas no se cierran. El tren está parado. Se queda parado durante cinco minutos y me vuelvo a angustiar... y si... ¿y si realmente se quería tirar y lo ha hecho?. Una voz por megafonía dice que el servicio en toda la línea se ha parado por un acto "incívico". ¿Incívico?... supongo que suicidarse no es incívico y en todo caso... me parecería monstruoso el eufemismo. Inmediatamente, el pitido de las puertas vuelve a sonar, se cierra y el tren se pone en marcha. Respiro un poco aliviado, pienso que igual algún gamberro ha hecho algo y ya se ha solucionado todo. Llego a destino como sardina en lata. Salgo, me voy a la cafetería y luego al trabajo. Pasa toda la mañana, y me olvido del asunto. Todo ha sido cosa de mi imaginación, aunque me digo que mañana iré a la misma estación para comprobar que el tipo sigue ahí y que ... bueno, igual le gusta vivir peligrosamente. Antes de salir, oigo a una compañera de trabajo que cuenta lo tarde que ha llegado por que el metro no funcionó por la mañana y tuvo que coger el autobús.

Prefiero no saber. Mañana cogeré el metro en la estación de siempre, pero por si acaso... lo siento.

miércoles, 3 de noviembre de 2010

Herejías



"Estas son las palabras secretas que Jesús vivo pronunció y que el mellizo Judas Tomás, anotó"
Evangelio de Tomás.




Hace ya mucho, demasiado para cualquiera, que llegamos a estas tierras en fatigoso viaje desde la tierra que me vio nacer. Tuve la más alta gracia de acompañar y servir al mejor de los hombres que jamás nació y que sólo una vez más, volverá a nacer. Mi prima le trajo hasta mi mausoleo, bendiciéndome con el honor de su Presencia y con sólo su voz, mi cuerpo arrasado volvió a la vida. Desde entonces le seguí, no me volví a preocupar más por el alimento ni por el descanso. Le seguí dichoso y siendo consciente de no ser merecedor de la Gracia que el Todopoderoso había depositado en mí. Cuando llegó el momento y me reclamó, hurté el cuerpo de su hermano, sacrificado en la infame cruz. Huí con Él, con José de Arimatea y con mi prima María, su mujer que ya entonces estaba en cinta. Atravesamos el peligroso mar y arribamos a las Galias. He matado y muerto muchas veces, gozoso de cumplir Sus deseos. He criado a su prole y a la prole de su prole, durante cientos de años, mucho tiempo después de que decidieran descansar y desaparecer de este mundo que nunca llegó a amarles como merecían. Como mejor he sabido, he enseñado y adiestrado a toda Su Estirpe, pues tiempo he tenido de aprender y manejar las artes y conocimientos de poco menos de dos milenios.

Aquí sigo y aquí seguiré, dichoso de cumplir la más grande misión que a hombre se le haya encomendado. Mi nombre es Lázaro y sé que nunca moriré.

sábado, 2 de octubre de 2010

Extraterrestres, okupas y mucha curiosidad


Estoy que no parpadeo. Parece ser (y vuelvo a comprobar que no es el día de los inocentes) que unos científicos han tenido a bien informarnos sobre la existencia de un planeta (decir exoplaneta me parece redundante) parecido a la Tierra. Se encuentra a 20 años luz, está fuera de nuestro sistema solar y se llama Gliese 581g. Toma castaña. Están bastante seguros de que tiene atmósfera, agua y es rocoso. Los años duran 37 días y no rota sobre su eje, lo que significa que medio planeta siempre está en la oscuridad y en el otro medio siempre es de día. Lo primero que me ha venido a la mente (ahora me llamareis freaky) es la novela gráfica (luego película) de 30 días de Oscuridad. Tela... medio planeta llenito de vampiros y otro medio llenito de gusanos de Dune... y entre ambas franjas una zona que los mismos científicos llaman "terminator", donde los humanos podrían vivir... Tela (de nuevo). Humanos o humanoides más bien, porque deberían soportar tres veces más gravedad y presión... supongo que eso les haría pelín más bajitos y fuertotes... qué cosas... y eso que todavía queda un año y poco para el 2.012... y ya nos dejan caer que igual tenemos vecinos en la manzana de al lado. Todavía no sabemos (o no los han querido contar, que hay teorías para todo) si en nuestro propio edificio hay más okupas (selenitas, marcianos, etc), o si ya nos han visitado (Roswell, Voronev, ¿Fátima? :P) y van y nos sueltan que igual podemos ir a okupar aquella manzana cuando la nuestra la acabemos de pudrir.

Hawkings dijo que casi lo mejor que podríamos hacer es escondernos, no fuera a ser que a alguna especia alienígena le gustara nuestro planeta y vinieran a "descubrirnos", esclavizarnos más bien, que es lo que el hombre ha hecho cuando ha "descubierto" una isla o continente y ha masacrado a los desdichados habitantes que ya la poblaban. Somos un virus, eso lo tenemos claro y tampoco hay que desdeñar la opción de que quien venga de fuera no sea, como mínimo, otro virus, sólo que con más tecnología y seguro, más inteligente. Pensar que si vienen a visitarnos es en "son de paz", da un poco de risa, pero si aún fueran de esa manera, no tengo duda de que nos encargaríamos de fastidiarla de alguna manera. Trato de ser positivo, pero nuestro currículum es bastante penoso y eso hay que tenerlo en cuenta. Algo gordo tendría que pasar, algo que cambiara nuestra mentalidad y sociedad, basada en el poder de unos pocos sobre unos muchos. Algo que erradicara la economía y por lo tanto la envídia y el deseo de tener más... quizá una fuente de energía gratuita e ilimitada...(Tesla, where are you?) eso sería un buen comienzo... Mientras tanto, aquí estamos, mirando por la mirilla hacia el infinito, buscando otra casa que okupar y no hablando muy alto... no nos vayan a escuchar... y vengan (o vuelvan...)

jueves, 8 de julio de 2010

Palimpsesto


¿Qué será de ell@s? Todas esas cosas que se escriben y se pierden en internet... sólo hace falta un error de cálculo al apretar un botón, o escribir mal "laclaveantirrobótica", o un pulsar distraído sobre una "x" y ya está, desaparecen para siempre. No quedan registrados en esta red que todo lo registra, lo etiqueta y lo guarda. No tenemos ni idea de hasta cuando quedarán estas palabras escritas (si no me equivoco al publicar). Uno lo puede borrar todo y sin embargo, en algún sitio se quedan almacenadas (llámalo superordenadordegoogle o llámalo Echelon), sin propietario, acaso, secuestradas, tal vez, pero permanecen. Es así por que ya han salido, existen desde el momento en que se graban.

Revisando en el editor de blogger, me doy cuenta de que hay casi tantos borradores como entradas. Es el laboratorio, el almacén de nonatos a los que le faltan los ojos, una sonrisa, una raíz o un final curvo. Algunas historias empiezan y se quedan ahí, esperando y otras tantas se quedan amnésicas perdidas, sin saber hacia dónde iban o de dónde venían. Todas, sin embargo, están ahí, guardadas, haciendo honor a ese inicio de síndrome de Diógenes que cultivo sin saberlo.

Es muy posible que todo esto nos sobreviva y que acabe siendo como un mensaje en una botella. Alguien, tal vez, nos lea cuando ya nos hayamos olvidado de lo que dijimos o pensamos creer y que, como restos de ADN, puedan recomponer algún tipo de pensamiento o cáracter del que escribe. Uno no es consciente de esto porque de ser así, no escribiría muchas cosas de las que escribe, bien por pudor o bien por maquillar loquenoquieroquesesepademi. El que escribe cambia, los que le rodean cambian también y da la impresión de que llevamos algo inmutable, que hay algo dentro de nosotros que permanece inmutable y a eso nos agarramos, eso somos, además de cambio. Me pregunto si entre todo lo que escribimos, eso queda de alguna manera. Si uno logra... no sé, dejar algo de ese "ser inalterable". ¿Para qué?, puede uno pensar... y uno no sabe responder, pero el caso es que escribe y deja testimonio y firma y dice "hey! estoy aquí". Quizá por eso escribe en un medio atemporal que sólo hace que crecer (como el Universo, mira tú por donde).

Las ideas que se escapan, los textos que se borran, son las posibilidades que tal vez otro aproveche un día. Estoy convencido de que no nos necesitan para existir, ellas ya existen desde hace mucho y sólo hacemos de receptores, las tomamos, las vestimos y fingimos que son nuestras (como los hijos, mira tú por donde). Uno viene como un libro en blanco y ellas nos adoptan, viven con nosotros y nos hacen soñar (o vivir, que no lo tengo muy claro).

sábado, 3 de julio de 2010

Apología y Viajes


En Madrid soy mejor persona. Llevo una semana comprobándolo desde que la semana pasada, por cuestiones relevantes pero que no sé si vienen al caso, estuve de "finde" en dicha ciudad. El viaje resultó raro, desorganizado y azaroso, pero mereció la pena. Volar con Riánse-air es, ya de por sí, una aventura, no sólo por tener que ir a Girona con el autobús que te toque en suerte, si no porque nunca sabes cuando despegarás. El caso es que me pudrí tanto con toda la intendencia que cuando por fin llegué, aún llevaba el chip Barcelona puesto. Es decir, caminar con paso firme (sin tener ni idea de dónde estoy ni como se llega al hotel), cara de pocos amigos (en realidad tengo pocos, pero el resto del mundo no lo sabe) y desenvoltura urbanita (vistazos rápidos al mapa-laberinto del metro localizando destino, transbordos y finales de línea).

El hotel, que resultó ser un "hotel hallazgo" del muy querido "agárralo.com", era ya una buena prueba de la aventura que estaba dispuesto a vivir. Estaba lejos del centro, pero lejos, lejos. Después de 3 líneas (sin pisar la circular, porque me parece una línea infinita) y de un largo paseíto entre zonas industriales, pude llegar a destino. Me registré, pagué, me duché, me tumbé y volví para el metro, para sentir que realmente estaba en Madrid y no en un polígono de las afueras de Barcelona. Mi estado era nervioso, cauto, llevaba esa máscara que uno se pone cuando es un urbanita curtido y previene cualquier golpe que pueda recibir de sus congéneres (malvados o no). No fue hasta que me puse a escuchar a Egon Soda, que me empecé a dar cuenta de que había abierto una brecha en mi realidad y de que podía hacer lo que me diera la gana. Egon me recuerda a Madrid, ya sé que son de Barcelona, pero es una historia compleja. Total que a partir de ahí, anduve "feliz como una lombriz", por las calles y callejuelas de "Madriz". Allí la gente se llama Felipe, Fernando, Mariló, Margarita, Paloma y eso es algo que me resulta extraño y fascinante. Como las paradas de metro "Mar de cristal", "Diego de león", "la Latina", "San Chinarro" (debió ser un santo oriental gigantesco) "Lavapiés" o como los pueblos de alrededor "Ribasvaciamadrid" (que no sé si ribas iba hacia Madrid o que ribas vaciaba Madrid).

Creo que no se notaba el acento, aunque alguna vez se me escapó un "deu" y no es porque reniegue, ni me averguenze ni patatín-patatán, simplemente es porque cuando voy a algún sitio sufro una especie de transformación y hago lo posible por ser aborigen. Algo se me debe notar en la cara, porque no creo que quedara un pedigüeño, puta, o colaborador de ONG que no me parara a contarme su vida. Sin duda cambio y se me debe de poner cara de bonachón (o de tonto). Paseé sin rumbo (es de las cosas que más me gustan), busqué cafeterías, librerías, bares de tapas y disfruté yendo de safari analizando los usos y costumbres de las gentes del lugar. Aprendí que la "clara" también puede ser con gaseosa, que los bocadillos de jamón (si no se pide expresamente un "pantumaca") sólo llevan jamóny que hay una diferencia entre tapa y ración. Me sorprendí de que las primeras fueran gratis y estuvieran incluídas con la clara (con limón, por supuesto). Me hizo pensar en las diferencias de precios y me pregunté por qué en esta ciudad donde vivo, tan cosmopolita, guay y megamoladora, me cobran por todo y si puede ser más caro. Otra cosa que me enfermó es cómo me sentí cuando vi a tantos tipos vestidos con la camiseta de la selección (España-Honduras) y banderas de España. Los miraba con cierto apuro porque según la creencia popular catalana, todos debían ser una panda de fascistas y peperos. Y no, en absoluto. Me fastidia haber heredado unos prejuicios en los que no creo, pero que aquí (digan lo que digan) siguen estando presentes y muy presentes. Haber nacido en Catalunya, para mi representa tanto como haber nacido en el Hospital de la Vall d'Ebron, algo circunstancial. Me siento tan catalán, como español o europeo o terrestre o sistema solariano o vialactense. Supongo que por estas palabras podría ser quemado por hereje en Plaça Catalunya. En fin, me da igual. Hablo en castellano por que es mi lengua materna y paterna y porque me entiendo con más gente y hubiera preferido estudiar más inglés que catalán. No reniego de nada, pero tampoco quiero ser miope.

Total, que Madrid mola, que me gustará volver de nuevo y que me gusta más abrir puertas que cerrarlas.

(Por cierto, los de "La Rosa de los Vientos", geniales!! :D)

jueves, 24 de junio de 2010

Incidente


Serían las 16 o 16:30 cuando salí del trabajo. Mi hora de salida (por la que me pagan) es a las 15, pero mejor no sigo por ahí, por que eso es otra historia y me sentará mal la comida. O sea, que salgo tarde, en medio de un estado catatónico y me voy a buscar el autobús. Tengo hambre, hace calor y me pongo los cascos para escuchar al bueno de Santiago Vázquez hablar de fantasmas. Llego a la parada, pasa uno, dos, tres y al que hace cuatro me subo. No me gusta subir el primero, así que siempre dejo que se me cuelen dos o tres (normalmente ancianas con codos afilados). Hoy no hay carritos (eso es un eufemismo, por que de itos tienen poco), así que respiro tranquilo. A estas alturas, Santi y Fer están comentando las psicofonías "interesantísimas" producidas en un hotel de Terrassa. Me quedo de pie en la zona de carritos, consigo ventanilla. Un señor que luce, sin ninguna duda, su camisa favorita y que hace tiempo olvidó lo que es el gel de baño nos ameniza el trayecto. Noto cansancio en los pies, no sé por que cuando duermo poco, los que primero se quejan son los pies. Pienso que debería hacer el pino más a menudo. Ahora escucho "voces del más allá" (repetidas seis veces y limpiadas digitalmente) que dicen: "mi hermana", como en un susurro. Miro por la ventanilla y me empiezo a dar cuenta de que hace un día estupendo. Me dedico a mirar los coches y motos que nos adelantan. Semáforo, nos paramos. Me fijo en el tipo de la motocicleta que se ha parado al lado. Algo no cuadra. Casco, traje, moto negra impoluta, bragueta abierta y huevos al aire. Me fijo mejor y sí, lleva los huevos al fresco. La bragueta abierta hasta el extremo de no haberse abrochado ni el botón de los pantalones y ni rastro de calzoncillos, slip o bóxer. Dos protuberancias peludas, me saludan cómodamente reposadas en el asiento negro. Estoy por picar en la ventana, para avisar, pero es sólo durante un segundo. Luego pienso que no puede ser un acto accidental, que los huevos no se escapan así como así y que llevar los huevos al fresco... bueno, eso se nota, el airecillo... la melena al viento... Así que pienso que sería terrible hacérselo notar y que me devolviera una sonrisa. En el ipod ahora comentan la singularidad de una parafonía que, diciendo lo mismo, se ha grabado en dos sitios distintos con un intervalo de tiempo distinto, con la misma cadencia de voz. Semáforo, verde y rugir de motores. El exhibicionista testicular arranca y se pierde en la tarde calurosa de Barcelona. Me da por pensar que a pesar de que nos lo merezcamos no llegaremos a la extinción. Alguien o Algo, por ahí arriba o abajo, se lo pasa bomba con nosotros.

Nota de la imagen: la motocicleta no era la de la marca de la imagen, pero por razones obvias, me ha parecido de lo más apropiado.

miércoles, 9 de junio de 2010

Kybalion, ceguera y perrillas.

Parece ser, según algunos dicen y otros apuestan, que tengo serios problemas con las clases pudientes y me dirijo a ellas con excesivo rigor. Hay un refrán en Catalunya que dice: "qui paga, mana" (quien paga, manda) y por lo visto eso no lo acabo de llevar... demasiado bien. Es como si me faltaran por resolver algunas importantes incógnitas cuando la oigo. Quien paga, manda... ¿Quiere eso decir que sólo hace falta dinero para mandar? Por que, para mandar a otro (polaridad), creo yo, vamos, según mi humilde entender, hacen falta muchas cosas y quizá la primera (1) sea "aprender a mandar". Es decir, tener en consideración que se le están dando órdenes a otra persona (con toda una manera de ver la vida singular, con su ética y dignidad correspondiente) y que esa persona, con su buena o mala voluntad, querrá o sabrá ejecutar de la manera, tiempo y forma que considere oportuno. Lo segundo (2), pero no menos importante, es tener conocimiento de que el dinero no (necesariamente) tiene que comprar todo en una persona (física y espiritualmente). Lo tercero (3) es consecuencia de lo primero y lo segundo (causa y efecto), por que cuando (1) y (2) se olvidan, definitivamente pierde valor tanto el que paga como el que obedece. El que paga, está claro, no aprende un carajo de lo que significa el "trato a un igual", por tanto se empobrece y empequeñece, no llegando a ser mejor de lo que es. El que obedece... puff, el que obedece se olvida de que no se miden con dinero todas las cosas de este mundo y quizá, no recuerda que la vida que tiene, el tiempo que tiene, todo lo que sabe, lo que quiere y es capaz de saber y querer, se ve reducido a un objetivo y valor económico. Incluso puede que tal vez, sea capaz de censurar a quien paga por sexo, o a quien paga por matar o a quien paga por los actos más abominables que se le puedan ocurrir. Desde un extremo, sí, pero es comparable (correspondencia). En todos esos aspectos uno pierde su humanidad, su libertad y quizá un poquito su alma (si eres ateo o agnóstico, puedes saltarte la última parte).

Normalmente, aceptamos ese cambio monetario. Trabajamos para vivir (habría que pensar sobre eso), trabajamos para cubrir unas necesidades, a veces básicas y otras totalmente prescindibles y en algunos casos trabajamos para desarrollarnos humanamente o simplemente sentirnos parte de un grupo social (vibración). No digo que trabajar sea malo. Muchas veces es la excusa perfecta para suplir otras carencias o para evitar hacernos cargo de otras responsabilidades. Ése el caso de los que viven para trabajar, grupo denostado y muchas veces despreciado por las alegres cigarras de toda sociedad. Estas actitudes, las puedo entender en mayor o menor medida, lo que me parece perverso es la traducción, es que éso, se haga a cambio de dinero. ¿Quién fija esa cantidad de dinero?¿Quién decide que mi tiempo vale tanto y el tuyo vale tanto y el de otro vale tanto? ¿Qué clase de loco psicópata puede pensar que el dinero puede rebajar, humillar, incluso destruir a ser humano?. Por que, no olvidemos que el dinero, como la justicia, es ciego, va y viene (ritmo), pero que la vida que tenemos es finita, al igual que nuestra oportunidad para ser personas, mejores de lo somos.

En fin, que visto lo visto, es cierto, tengo serios problemas con esta... mentira, que aceptamos y creemos para poder ser, como mínimo, animales sociales (capitalistas y dependientes) (mentalismo). No digo que esté mal, digo que podría ser mejor (generación)si NO nos olvidásemos que detrás de cada bultito con patas, hay una persona igual de complicada, compleja, sencilla o simple, de lo que somos cada uno de nosotros.

domingo, 6 de junio de 2010

Crack's


No sé cómo será en vuestros planetas pero aquí, donde vivo, el tema de los cracks está a la orden del día. Te puedes cansar de oír historias rocambolescas y de película, de vidas de genios que lo tienen todo, por que nacieron para tenerlo todo y que viven vidas estupendísimas alcanzando y superando barreras más allá de lo imaginable. Genios de la informática, finanzas, arquitectura, diseño, etc, etc, que en estos tiempos de crisis, son figuras, modelos a los que seguir y adorar. "Sí, es que era un puto-crack y claro, está trabajando para xxxx en Malaysia, por que claro, tiene cuatro o cinco idiomas y gana un pastón" o "como fue número uno de su promoción, empezó a trabajar en xxxx y ahora es consultor y vive entre Whashintong y Nueva Zelanda, ganando una pasta increíble". A uno cuando le cuentan esas cosas dice: "pues mira que bien"; y cuando le dicen que el "puto-crack" tiene la edad de uno, o menos, a uno le da qué pensar, por que claro uno no es un puto-crack... y ni siquiera llega crack. Tal vez falten los idiomas, la pasión por algo, la inteligencia, el tesón, los pocos escrúpulos o la ambición. Sí, falta todo eso. Aún así, si uno tuviera toooodo eso, también tendría que forrarse para llegar a ser crack, por que, por supuesto, en esta sociedad tan estupendísima capitalista que tenemos, todo se acaba midiendo en dinero.
He notado, también últimamente, que incluso hay dos o tres programas en la T.V. que van de mostrar la vida de ric@s, o casas de ric@s. Me hace pensar que de repente tengan tanto éxito o demanda, ahora que precisamente la crisis todo lo devora. ¿Ésas vidas tan estupendísimas, llenas de lujo y despilfarro que roza la obscenidad, se han de convertir en lo que debemos anhelar, desear y tomar como modelo?. Tengo miedo. Miedo de no saber ver dónde se encuentra el equilibrio, de perderme y dejarme arrastrar por esas "máquinas-ocultas-de-generar-necesidades". No recuerdo quién, pero alguien dijo que: no es más rico quien más tiene, si no el que menos necesita. Tengo miedo de olvidarme de eso, de dejarme lavar el cerebro y pensar que como no cumplo ningún requisito de crack, voy a empezar a sentirme más pequeño y lo que hago menos importante.
Empiezo a sospechar que nos han tendido una trampa. Una en la que te miden constantemente y en la cual siempre llegas por los pelos al aprobado. No sé quien construye la escala de medir (sospecho que lobbys que quieren estrujar más a "la masa" no ilustrada), pero me parece que son los mismos que se están cargando a un clase social que no está arriba ni abajo y que sostiene a unos y a otros.
El otro día, uno que mide con esa vara, me dijo "¿no te gustan los retos?" y sigo respondiendo lo mismo: "Sí, pero no los que tu quieres que lo sean para mí". De verdad, que llegados a este punto, no sé si odiarlos o envidiarlos. Quizá, con un poco de suerte, consiga alegrarme tanto por ellos, como por mí.
Buenas noches.

viernes, 28 de mayo de 2010

Revoluciones (o una pomposa reflexión sobre el principio de acción-reacción)

El tiempo de los bárbaros llegó cuando menos se lo esperaban. Se habían oído rumores de su llegada pero nadie les hizo caso. Aún se sabían engañadores perfectos, habían socavado y vencido a sus antiguos enemigos. Se habían hecho fuertes, más fuertes que nadie y lo que primero conquistaron con la fuerza, ahora lo manejaban con el miedo.

Los bárbaros llegaron y no vinieron de fuera. Aprendieron y crecieron. Adoptaron y se adaptaron y el día que aprendieron que el miedo sólo vivía dentro de ellos, aprendieron a ser libres. Los bárbaros no tuvieron piedad. Destruyeron todo lo que habían temido, sabiendo que la historia nunca les haría justicia. En el camino perdieron su memoria, pero poco les importó. Mataron sus miedos y eligieron ser hombres, en lugar de dioses.

Las revoluciones se dan cuando no hay otra vía posible. Sólo entonces, cuando ya nada se pierde es cuando se tiene la fuerza para luchar contra los propios demonios.

(Que pena que mi jefe no lea este blog)

miércoles, 26 de mayo de 2010

martes, 25 de mayo de 2010

Cuento contado (o versión actualizada de "la Liebre y la Tortuga")


En 8º de E.G.B. era el chico que más rápido corría. Mis momentos de gloria empezaban los viernes a eso de las 12. Hacíamos gimnasia en un campo de fútbol por que el colegio, aunque era privado y caro, no tenía gimnasio, ni pabellón, ni siquiera patio (el recreo lo hacíamos en la terraza del cole). Don J. y creo que después Don J. (otro J), nos sacaban (en fila de a dos y dándonos la mano) al campo del Sta. E. Club de Fútbol. Hacíamos estiramientos y ejercicios de esos de estirar los brazos como un molinete y de esos en los que te doblas y te tienes que tocar la punta de los pies. Más o menos, duraba media hora. Luego tocaba correr.

En clase y creo que fue en 6º, entró un chico nuevo, L. Era una joven promesa del atletismo y desde entonces fue siempre el ojito derecho de los profes de gimnasia. Los demás corríamos a bulto, esperando pasar desapercibidos para escondernos detrás de los árboles que rodeaban el campo. A ninguno nos gustaba correr, era muy aburrido. Hasta que llegó L. y todos quisimos ser como L. No era muy listo, pero era guapo y corría mucho, así que como la gran mayoría no éramos muy listos y las chicas no nos miraban mucho, pensamos que lo suyo sería correr tanto y tan bien como L. Tenía fondo, podía correr 3 campos sin cansarse, pero no era rápido. Yo descubrí que podía correr más rápido, mucho. Las piernas se me ponían como locas y sólo tocaba el suelo con la punta de los pies. No sé si era bonito verme correr, no sé si tenía estilo o si se veían las rayas del viento detrás de mi. Sólo sé que corría con toda mi alma. No llegaba a completar el campo y cuando tenía que parar, el corazón se me salía del pecho y me dolía respirar. Al ratito pasaba L. con su trote y seguía corriendo y yo me quedaba morado tumbado en el suelo. A los profes le gustaba, me decían que yo hacía de "liebre" y que estaba bien que le marcara un ritmo a la estrella del atletismo. L. se hizo mi amigo, no sé si por que los dos éramos igual de tontos o por que yo le hacía de "liebre". No sé.

A mí lo que me importaba era que los viernes, a eso de las 12:30, corría como el viento, que por unos cientos de metros no había nadie delante de mi y que por unos instantes sentía que era capaz de cualquier cosa.

martes, 18 de mayo de 2010

Sabotages


Quizá la figura del saboteador pueda ser una de las más mezquinas y bajas que uno se pueda encontrar en la viña del señor. El que tira la piedra y esconde la mano, mientras señala y denuncia a otro con cara de "¿porquéletiraspiedrasaestabuenapersona?".

Habitualmente el saboteador merodea en grupos sociales controlados y cerrados. Su motivación es la destrucción para conseguir un objetivo que envidia o para esconder algo propio perjudicial, aunque también los hay que ingenuamente piensan que a río revuelto, ganancia de pescadores... o sea, que pueden sacar tajada.

Los ambientes laborales son propicios para este infame personaje. Los hay que se muestran abiertamente y son los menos dañinos, a éstos, se les llama normalmente "pelotas". Los peligrosos son los que llevan un doble juego. A éstos, sólo se les pilla mediante un cebo más o menos elaborado y suele conllevar una ardua tarea de contrainformación. Lo importante es no caer en la paranoia y pensar que todo el mundo quiere joderle a uno, por que de ese modo uno queda alienado y el aire se vicia.

Otro espécimen a tener en cuenta es el saboteador sentimental. A éste se le conoce con el nombre de "buitre" y suele actuar cuando una relación pasa un mal momento para obtener un polvo morboso. Suele pensar de esta manera que ha triunfado donde el otro fracasa y así alimenta su ego. Realmente no quiere todo lo que implica una relación, no quiere lo menos bueno o lo malo, él sólo está para quedarse con lo bueno y desaparecer antes de que venga lo no tan bueno. Por lo tanto, podríamos postular que su beneficio es temporal y no le importan un pimiento las consecuencias de lo que deje tras de sí. La gran diferencia con respecto al primer espécimen es que, a pesar de que a éste también se le pueda descubrir, uno no puede hacer nada por evitar su acción. Transcurre en una realidad paralela donde uno sólo puede esperar (aquí la lucha es sólo esperanza) o abandonar.

Últimamente, desde que la crisis está haciéndose sentir tanto, los medios de información no dejan escapar la oportunidad de repetir ese manido proverbio oriental de que la crisis no es algo malo, si no algo bueno para quien la sabe aprovechar. Si uno se pone a pensar, lo único que saca en conclusión es que le están invitando a hacer leña del árbol caído, a robar o a sabotear a sus iguales, por que claro está, uno no va a sacar provecho de los bancos o de los señores que toman las decisiones.

Me entristecen las crisis, son algo terrible, pero lo que más me entristece es que justo cuando estamos jodidos hayan saboteadores que las acompañen y destruyan y rompan... por suerte, el karma está ahí y como alguien dijo una vez "usted morirá en su nave espacial" y además solo y además preguntándose por qué le van mal las cosas, cuando su propio karma le atrapa...
Arrieritos somos.

lunes, 17 de mayo de 2010

De cómo detener el tiempo.


Hubo un tiempo en el que me convertí en alargador-de-tiempo (valga la redundancia). Para ello sólo necesitaba un reloj con manecillas, una error de cálculo en la velocidad de giro de mencionadas manecillas y algo que quisiera dilatar. Cuando se unen estas tres cosas uno consigue que la percepción del tiempo personal sea tan distinta como distorsionada del resto del mundo que le rodea. El precio (y es que siempre tiene que haber un precio) es o bien la excusa fantástica, el arrepentimiento fugaz o bien, a la larga, la aceptación del resto del mundo de que uno es un impresentable y "siempre llega tarde". La mayoría de veces he buscado siempre esto último, como medidor de aceptación y cariño del esperador, o esperante o paciente (que espera con paciencia). Hay quien ve esta acción como una falta de respeto al que espera... hay mucha gente quisquillosa por el mundo.
Cuando al llegar un verano decidí quitarme el reloj, por la playa o por el sol o simplemente para dejar que tiempo fluyera sin necesidad de controlarlo, me quedé sin máquina-para-doblar-tiempo. Desde ese momento los días pasaron raudos y veloces y casi uno no se había acabado de poner el bañador cuando se encontraba comiendo doce uvas con sus campanadas correspondientes.
En ocasiones echo de menos parar el tiempo. Es curioso que cuando uno es más joven puede desear con igual intensidad pararlo que acelerarlo. Ahora no tengo tanto interés por lo segundo y eso (querido amigo) es un síntoma de que uno deja de ser joven. Hay quien dice que soy lento por naturaleza pero creo que es por que siempre sentí un poco de pena por los animales pequeños, como el gorrión o el ratón. Parecen estar siempre al borde del colapso cardíaco. Siempre me dio la sensación de que vivían poco por que su corazón latía demasiado deprisa, gastaban su vida demasiado deprisa. Supongo que pienso que me queda mucho por hacer, así que me lo tomo con calma... En fin, que me disperso. Querido amigo, si te ves en la situación de querer parar el tiempo ya sabes, reloj, capacidad innata de errar en cálculos temporales y cosas alternativas que te entretengan. Si por alguna razón careces de una o varias de estas tres herramientas, también puedes probar a pasar setenta y dos horas dibujando para una entrega imposible y durmiendo sólo cuatro. Al cuarto día, todo te dará igual y el tiempo se habrá detenido para ti. Su efecto dura unas doce horas y salen ojeras, pero claro, ése el precio.

viernes, 30 de abril de 2010

Norte


Hace un tiempo me compré un libro del inspector Wallander. Me pareció un poco soso, para ser policíaca y de asesinatos. Más que soso... me pareció casi aburrido y a veces deprimente. No comprendía a ese inspector lleno de dudas, de reservas, casi de miedos. En comparación con los "polis" y los "espías" de otras novelas o de otras pelis, éste me parecía frágil, sensible, quizá demasiado sensible. Lo dejé por la mitad y debe estar guardado en algún lugar.
Hace poco descubrí que han hecho una serie (por suerte de la BBC) y que cada capítulo de la serie es uno de los libros de Mankell. El actor, Kenneth Branagh es Wallander y la serie es... buenísima. Me gustan los paisajes, me gusta la soledad de esos paisajes, las casas llenas de madera, cálidas y los campos y los mares fríos e inmensos. Me gusta ese sitio.
Hubo un tiempo en el que pensé que me gustaría vivir en el norte de Europa, más concretamente en Noruega (en fín...) y salvo por el idioma, creo que me podría haber ido bien.
No sé, supongo que hay una tristeza (no necesariamente mala) indefinida que tiene algo que ver conmigo. Dejo esto aquí, quizá un día lo continue...

viernes, 12 de marzo de 2010

Daños colaterales


Estoy sufriendo alguna clase de disociación social. A ver! que levante la mano quien esté de acuerdo conmigo... vale, lo explico un poco más.
Al principio esto de la crisis era más un estado mental que algo que repercutiera directamente (por lo menos a mí) en las diminutas escalas monetarias de "la masa trabajadora". Luego vinieron hipotecas y bancos y la construcción se fue al garete. Luego los despachos de arquitectura, donde empezaron a producirse dramáticos recortes de personal y falsos autónomos (que este mundillo está lleno de ellos). A partir de ahí, donde sólo sobrevivieron los más fuertes o los que contaban con un rancio respaldo económico (sí, sí, aquellos que se mantenían con los dineros de papá arquitecto/ingeniero o notario), así es que se fue cerrando el cerco y ganando agujeros inexistentes para el cinturón. Es decir, no sólo se hicieron recortes si no que se empezaron a cambiar las formas. Renació la opresión, el estrés (el de verdad) y vino a relucir el tiranismo sin límites. El resultado es un "estado de la cuestión" muy similar al de la ley "Patriótica", recorte de lo que nos hace humanos y nos convierte en máquinas, en pro de la Empresa o Nación (que a estas alturas lo mismo da). Los que apuntaban maneras tiránicas florecieron como Nerones o Calígulas de tres al cuarto y se hizo célebre la frase de: "si no te gusta, te puedes ir" (como si a uno se lo tuvieran que decir). Así que aquí estamos. Te grito, te humillo, tienes que trabajar más horas (sin cobrar, no seas mezquino y no sabotees mi Empresa), tienes que hacerlo "bien" (o sea a la manera del dictador), esto es una mierda (o sea, "hazlo como-en-mi-visión-de-tres-segundos-de-ayer-a-las-cuatro-de-la-mañana, que no te enteras, mierda que eres un mierda"), esto tenía que estar hecho desde hace tres semanas y hay que entregarlo hoy (pero no te lo he dicho ni te he dado la información por que eres un mierda) y para finalizar "al final tengo que hacerlo todo yo" (o sea, cuando miro tu trabajo, no es exactamente como en-la-visión-de-tres-segundos-de-ayer-a-las-cuatro-de-la mañana y lo envía al cliente con su mail y firma).

Ése es el estado. Nada es suficiente, nada está bien (no importa la dedicación, medios y sudor) y siempre estás en deuda. A uno le torturan en pro de un bien mayor, a saber: la Empresa de otro. No importa que ese otro esté forrado, tenga propiedades y casas para vivir cada día en una distinta. No importa que tenga el ultimísimo coche-tanque que salga al mercado, o se vaya de vacaciones a cualquier paraíso donde jamás podrás ir (por que también decide tus vacaciones y en esas fechas no hay quien viaje barato). Ni siquiera importa que para comer vaya al mejor restaurante o que (en un alarde de bajeza) coma en el despacho canapés y bocadillos traídos expresamente de la repostería más cara, mientras se queja del olor a comida rancia y de tupper que sus empleados mastican en un rincón, haciendo cola para el microondas. Nada importa.

Cuando al fin escapas, cuando sales a la calle (con suerte no es de noche) y te subes al metro a reunirte con "la masa", oyes las grabaciones de un señor que dice "cede los asientos" o "protege lo tuyo, el carterista te vigila" y sólo te dan ganas de reventar, a ti mismo, al primero que te pise o a la puta grabación que también te dice que tienes que hacer para ser cívico.

Sí, la conclusión es que me estoy psicopatizando. Odio la situación, odio a la puta empresa, odio el puto sueldo que paga el alquiler desequilibrado, odio los tuppers, odio a la gente tan pisoteada como yo, odio a los que tienen lo que quieren y no lo que se merecen y por último, me empiezo a odiar a mi. Es un mal camino, pero por ahora no hay otro.

A ver!, que levante la mano el que esté de acuerdo conmigo. Sí, los psicópatas también, gracias.

viernes, 5 de marzo de 2010

Pínteme usted un ojo, aquí en la frente.


Creo que todo empezó con El Secreto. Yo, la verdad, que poco caso le hacía. Me parecía que un libro que se vende como rosquillas y se convierte en bestseller con una portada tan ñoña, debía ser de lo más tontón que se podía leer. Luego vinieron charlas de sobremesa con Lopack, los milagros de la física cuántica y la adquisición de poderes Jedi. Aquí, ya estaba un poco perdido, aunque algo se quedaba rebotando en la cabeza. Tras eso, vino el Kybalion (primero comentado en LRV y luego comprado en mercadillo) y empezaron a abrirse puertas y posibilidades. Por último y para enredarlo más, apareció Dan Brown (sí, lo sé... lo sé...) y sus historias sobre ciencias noéticas (que nombre tan atractivo) y mezclas entre mística, filosofía, religión, física, masones y todo lo que el pobre hombre pudo meter. A estas alturas yo ya estaba hecho un ovillo (un lío gordo, vamos), así que invoqué a mi buen amigo el oráculo J. que me recomendó "cuestiones cuánticas" y me advirtió de los peligros de las informaciones sesgadas... sin tener en cuenta que no sé lo suficiente para saber qué es sesgado y qué no...
A ver... por ahora casi ni parpadeo, sólo leo y absorbo. Entre medio se ha cruzado "the fourth kind" con una teoría sobre dioses-extraterrestres-interdimensionales; y ahora "los hombres que miraban fijamente a las cabras" y ... bueno, no sé todavía cómo diablos se relaciona todo esto, si es que se tiene que relacionar. Tengo la sospecha de que sí. Tengo la sospecha de que somos capaces de más, de que creer transforma nuestra realidad. Somos dioses capaces de crear nuestra propia creencia.
Por ahora, sólo puedo decir que soy indeterminista y causalidiano y que, sobretodo, por todo lo expuesto... tengo unas ganas locas de CREÆR.
Soy carne de cañón para las sectas...

lunes, 1 de marzo de 2010

Agentes dobles


Cuentan por ahí que existen espacios (habitáculos) discretos (más bien secretos) donde las paradojas no lo son tanto y donde se reconcilian realidad y ficción. La amplitud de miras, el plano general y el zoom inverso (contrazoom?) hacen posible este pequeño milagro. Resulta que hay una peluquería, de las caras, donde además de lo propio también se ofrecen otros servicios. No me estoy refiriendo a las peluquerías chinas de final feliz, no. Ésta es una peluquería donde a uno le sirven cafés con leche y croissants mientras espera. Donde a uno le hacen la manicura si se descuida y si lee con demasiado atención el "Hola", "Lecturas" o el "Muy interesante" (no me parece que vayan a haber "Interviús"), se puede encontrar con las uñas pintadas y tapaporos con doble capa de minio (para evitar la oxidación). Una cosa espectacular, vamos.
Si uno se pone a investigar en este rincón del hedonismo, puede incluso localizar el pequeño ascensor que de manera "totalmente confidencial" le lleva a otra planta donde se realizan cualesquiera de las alquimias corporales que uno pueda imaginar, incluso las más obscenas y pervertidas tales como baños y masajes de chocolate. Todo esto, claro está, se ofrece por que uno lo paga, con dinero o con horas de trabajo infame, que lo mismo es. Lo extraordinario, el secreto que oculta y que deja boquiabierto, no es el onanismo sin culpas que ofrece. El secreto se esconde en un pequeño cuarto al fondo de la sala de corte, junto a los lavabos... En ese cuarto se arreglan, peinan y lavan pelucas, con sus dueños dentro (quizá ahí si hayan "Interviús". La persona que por uno u otro motivo ha decidido sentirse culpable y parecerse a algo que no es o que fue y que por ello se esconde, tiene su lugar aquí.
Las pelucas tienen algo raro que no logro identificar. Quizá es que como animales sociales aceptamos y tal vez compadecemos una pierna de plástico o un brazo mecánico por su innegable utilidad. Dejan de ser accesorios y se convierten en herramientas. Sin embargo, cuando se trata de una peluca me confundo. Las pelucas mueven un poco a la risa y hacen sospechoso a quien las lleva. Tal vez es por que es una antigua forma de ser quien uno no es o quizá es que estamos acostumbrados al gag de las películas donde al malo le quitan la peluca y lo dejan "desnudo", frágil, avergonzado por ser descubierto en su intimidad.
A ese cuarto, al que me estaba refiriendo, llegan calvos y calvas y se esconden, se ocultan de los demás y de sí mismos y esperan a que limpien, laven, atusen y moldeen su pelo de mentira. Dos horas sentados, solos, con su accesorio que reposa en una cabeza de plástico. Puede parecer surrealista pero lo más sorprendente es que si no quieren esperar le prestan un pelo de repuesto y con ese pelo salen y se pasean y se convierten en otras personas (agentes dobles) como aquel personaje de Millás que tenía un bigote postizo. La verdad es que somos peculiares, tan complicados y complejos que uno se sorprende de estar en el peldaño más alto de la cadena alimentaria. A veces uno siente que bastaría un soplido para derribarnos. Como decía Juan Antonio Cebrián, con media sonrisa,... estamos abocados a la extinción.