martes, 23 de noviembre de 2010

Poder y miedo


Hay un par de temas en los que no dejo de pensar. Los dos están relacionados, lo sé, pero aún no sé cuánto o si el hilo que los une es lo suficientemente consistente. Escribo y ya se verá.

El primero va sobre porqué no voy a votar. No voy a explicar que creo en los ideales políticos y que creo que es una obligación hacerlo, eso ya lo sé, está ahí y de alguna manera sigo creyendo en esos ideales que, más que políticos, me parecen éticos. La política, los políticos, están tan lejos de mi, que hace tiempo que los deseché, al igual que los representantes de Dios, Alá, Yahvé, Budda o quien sea, en la tierra. Las ideas están bien, los hombres que "venden" esas ideas, no tanto. Hasta aquí nada nuevo. Los políticos sólo ambicionan una cosa, poder. Hay una estructura social que han construido y que se resisten en dejar. No importa quién está arriba o abajo. Pueden cambiar cosas, todavía les damos ese poder, pero es cada día más limitado, más focalizado. Solamente pueden escoger qué estrato social perjudican y qué estrato social benefician.

Ayer leí una entrevista a un sociólogo (link) y me hizo pensar. La política que tenemos, la que hasta ahora hemos conocido, se muere. Es simple, sólo es capaz de actuar de forma local y el mundo hace años que dejó de serlo. Las sociedades, las economías, son globales, están en manos de corporaciones y empresas que no tienen nacionalidad y que no rinden cuentas a nadie. Se aprovechan de ello, saltan y se mueven haciendo que pueblos, ciudades, incluso ahora naciones, se vengan abajo. Una empresa se crea por dinero. Es un ente, no es alguien que pertenece a un lugar, unas raíces, unos principios... su único principio es el dinero. Crece, se expande, cambia de piel, incluso de estructura, pero su "sentido de la vida" es el dinero. La política y el poder cada día están más alejados (como dice Bauman). La política puede distraernos, hacer malabarismos o prestidigitación con banderas, idiomas, lenguas, líneas en los mapas, da igual. Los políticos no tienen poder, no llegan donde puede llegar una multinacional, una agrupación de empresas, de bancos o de cajas. Están presos, secuestrados en su propia jaula, sus dominios y su misión es convencernos de que la jaula es buena y mejor que las otras de al lado.

El mundo está globalizado, nos comunicamos de manera globalizada, sin fronteras, podemos compararnos con la otra esquina del mundo. Las ideas fluyen de una a otra punta del globo y sin embargo, estamos encerrados en una estructura política local sin sentido.

Las alternativas, no se me ocurren. Quizá volver a una aldea sin querer saber (y sin poder saber) nada del resto del mundo, pudiera dar sentido a esa estructura política. Quizá así sabríamos que si nuestra sociedad es próspera, no sólo es debido a nuestro esfuerzo si no a haber dado el poder de gobernarnos a la persona adecuada. O en el caso opuesto, sabríamos que cuello de tirano cortar. Eso ya no es posible. Las estructuras suprapolíticas son demasiado grandes y autónomas. Requieren de nosotros, trabajo y consumo, nada más.

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El otro tema del que quería hablar es del miedo. Resulta que el que tiene poder utiliza el miedo para mantenerlo. Un tipo, un buen intencionado tipo, recibe un encargo. Es un reto, hay que pensar, soñar y proyectar. Es difícil y las condiciones son duras, pero lo acepta. Cuando empieza a realizarlo las condiciones de ese pacto inicial cambian, se vuelven más duras, casi imposibles. El tipo... quizá duda, pero sigue adelante. Cede. Las condiciones vuelven a cambiar (y los modales y los tonos) y es aquí cuando se destapan las caretas y se dice "yo te digo lo que tienes que hacer, no pienses, no te pago para ello, harás esto así y ahora y si no estás de acuerdo tengo a cien como tu esperando". El tipo, vuelve a ceder, pero ya... ya no cede, ya no es nadie, ha dejado que otro le diga quién es. El miedo es terrible, el tipo aprende a vivir con miedo, con angustia, por que ya no es él, es... lo que le han dicho que es.

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Creo que acabo de comprender cuál es el hilo que hilvana las dos historias. Hemos perdido el poder, por que hemos dejado que otro nos diga quienes somos.

lunes, 8 de noviembre de 2010

Angustia y metro


No sé si quiero saber. Hoy después de levantarme, ducharme, vestirme, etc, he ido a coger el metro. Vaya novedad (diría yo), pues sí, lo ha sido. He paseado un poquito más y lo he cogido en otra estación, más pequeña, de aquellas de barrio que nadie reforma por que hasta-aquí-no-llegan-turistas. En fin, la estación. He ido a picar el billete y ha marcado pero el torno no ha girado. Guay. Con la maravilla de las t-50 uno no puede volver a picar, por el rollo del unipersonal, así que he saltado la valla con la conciencia bien tranquila (como sabrás, estas cosas sólo ocurren en las estaciones de barrio, por que para saltar una del centro tienes que ser plusmarquista de salto con pértiga). Total, que he bajado al andén y he visto al guardia de seguridad en la otra punta. Le he mirado desafiante y me he apoyado en el muro abovedado (ahí se notan tantos años de arquitectura), esperando al convoy.

Éramos unas cuantas almas con cara de sueño y auriculares desprecia-mundo. Viene el tren y un tipo de unos cincuenta, con cara... indefinible, entre angustiosa y nerviosa da unos pasitos, cada vez más rápidos, hasta el borde del andén, justo cuando entra la máquina. Me he quedado blanco. ¿Qué está pasando aquí? a sólo tres metros de un tipo que se asoma al abismo... El tren para, bajan pasajeros y con la cara blanca y el ceño fruncido entro al vagón. Miro por si ha subido con nosotros y no le veo. Pienso a toda prisa entre los pitidos que cierran las puertas. ¿Realmente se quería tirar? No puede ser... ¿o sí?. El tren arranca y por la ventanilla logro verle de pie en el andén. Da miedo su cara, sus ojos... no está aquí, no está en este mundo. Empiezo a pensar que estoy haciendo algo mal, que debería avisar a alguien. Ahora el angustiado soy yo, mientras el tren recorre otra estación. Las puertas se abren, entra más gente y sale poca. Tengo demasiada imaginación... eso debe ser. De nuevo el tren arranca y llega a otra estación. Las puertas se abren, la gente entra y entra y sigue entrando, pero las puertas no se cierran. El tren está parado. Se queda parado durante cinco minutos y me vuelvo a angustiar... y si... ¿y si realmente se quería tirar y lo ha hecho?. Una voz por megafonía dice que el servicio en toda la línea se ha parado por un acto "incívico". ¿Incívico?... supongo que suicidarse no es incívico y en todo caso... me parecería monstruoso el eufemismo. Inmediatamente, el pitido de las puertas vuelve a sonar, se cierra y el tren se pone en marcha. Respiro un poco aliviado, pienso que igual algún gamberro ha hecho algo y ya se ha solucionado todo. Llego a destino como sardina en lata. Salgo, me voy a la cafetería y luego al trabajo. Pasa toda la mañana, y me olvido del asunto. Todo ha sido cosa de mi imaginación, aunque me digo que mañana iré a la misma estación para comprobar que el tipo sigue ahí y que ... bueno, igual le gusta vivir peligrosamente. Antes de salir, oigo a una compañera de trabajo que cuenta lo tarde que ha llegado por que el metro no funcionó por la mañana y tuvo que coger el autobús.

Prefiero no saber. Mañana cogeré el metro en la estación de siempre, pero por si acaso... lo siento.

miércoles, 3 de noviembre de 2010

Herejías



"Estas son las palabras secretas que Jesús vivo pronunció y que el mellizo Judas Tomás, anotó"
Evangelio de Tomás.




Hace ya mucho, demasiado para cualquiera, que llegamos a estas tierras en fatigoso viaje desde la tierra que me vio nacer. Tuve la más alta gracia de acompañar y servir al mejor de los hombres que jamás nació y que sólo una vez más, volverá a nacer. Mi prima le trajo hasta mi mausoleo, bendiciéndome con el honor de su Presencia y con sólo su voz, mi cuerpo arrasado volvió a la vida. Desde entonces le seguí, no me volví a preocupar más por el alimento ni por el descanso. Le seguí dichoso y siendo consciente de no ser merecedor de la Gracia que el Todopoderoso había depositado en mí. Cuando llegó el momento y me reclamó, hurté el cuerpo de su hermano, sacrificado en la infame cruz. Huí con Él, con José de Arimatea y con mi prima María, su mujer que ya entonces estaba en cinta. Atravesamos el peligroso mar y arribamos a las Galias. He matado y muerto muchas veces, gozoso de cumplir Sus deseos. He criado a su prole y a la prole de su prole, durante cientos de años, mucho tiempo después de que decidieran descansar y desaparecer de este mundo que nunca llegó a amarles como merecían. Como mejor he sabido, he enseñado y adiestrado a toda Su Estirpe, pues tiempo he tenido de aprender y manejar las artes y conocimientos de poco menos de dos milenios.

Aquí sigo y aquí seguiré, dichoso de cumplir la más grande misión que a hombre se le haya encomendado. Mi nombre es Lázaro y sé que nunca moriré.