Evangelio de Tomás.
Hace ya mucho, demasiado para cualquiera, que llegamos a estas tierras en fatigoso viaje desde la tierra que me vio nacer. Tuve la más alta gracia de acompañar y servir al mejor de los hombres que jamás nació y que sólo una vez más, volverá a nacer. Mi prima le trajo hasta mi mausoleo, bendiciéndome con el honor de su Presencia y con sólo su voz, mi cuerpo arrasado volvió a la vida. Desde entonces le seguí, no me volví a preocupar más por el alimento ni por el descanso. Le seguí dichoso y siendo consciente de no ser merecedor de la Gracia que el Todopoderoso había depositado en mí. Cuando llegó el momento y me reclamó, hurté el cuerpo de su hermano, sacrificado en la infame cruz. Huí con Él, con José de Arimatea y con mi prima María, su mujer que ya entonces estaba en cinta. Atravesamos el peligroso mar y arribamos a las Galias. He matado y muerto muchas veces, gozoso de cumplir Sus deseos. He criado a su prole y a la prole de su prole, durante cientos de años, mucho tiempo después de que decidieran descansar y desaparecer de este mundo que nunca llegó a amarles como merecían. Como mejor he sabido, he enseñado y adiestrado a toda Su Estirpe, pues tiempo he tenido de aprender y manejar las artes y conocimientos de poco menos de dos milenios.
Aquí sigo y aquí seguiré, dichoso de cumplir la más grande misión que a hombre se le haya encomendado. Mi nombre es Lázaro y sé que nunca moriré.
Yo, como dijo Punset en una entrevista, tampoco moriré nunca. Porque le pase a todo el mundo no quiere decir que me tenga que pasar a mí. Así que hasta que no se demuestre lo contrario (hasta que no la palme, vamos) me declaro inmortal.
ResponderEliminarSea! :P
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