Serían las 16 o 16:30 cuando salí del trabajo. Mi hora de salida (por la que me pagan) es a las 15, pero mejor no sigo por ahí, por que eso es otra historia y me sentará mal la comida. O sea, que salgo tarde, en medio de un estado catatónico y me voy a buscar el autobús. Tengo hambre, hace calor y me pongo los cascos para escuchar al bueno de Santiago Vázquez hablar de fantasmas. Llego a la parada, pasa uno, dos, tres y al que hace cuatro me subo. No me gusta subir el primero, así que siempre dejo que se me cuelen dos o tres (normalmente ancianas con codos afilados). Hoy no hay carritos (eso es un eufemismo, por que de itos tienen poco), así que respiro tranquilo. A estas alturas, Santi y Fer están comentando las psicofonías "interesantísimas" producidas en un hotel de Terrassa. Me quedo de pie en la zona de carritos, consigo ventanilla. Un señor que luce, sin ninguna duda, su camisa favorita y que hace tiempo olvidó lo que es el gel de baño nos ameniza el trayecto. Noto cansancio en los pies, no sé por que cuando duermo poco, los que primero se quejan son los pies. Pienso que debería hacer el pino más a menudo. Ahora escucho "voces del más allá" (repetidas seis veces y limpiadas digitalmente) que dicen: "mi hermana", como en un susurro. Miro por la ventanilla y me empiezo a dar cuenta de que hace un día estupendo. Me dedico a mirar los coches y motos que nos adelantan. Semáforo, nos paramos. Me fijo en el tipo de la motocicleta que se ha parado al lado. Algo no cuadra. Casco, traje, moto negra impoluta, bragueta abierta y huevos al aire. Me fijo mejor y sí, lleva los huevos al fresco. La bragueta abierta hasta el extremo de no haberse abrochado ni el botón de los pantalones y ni rastro de calzoncillos, slip o bóxer. Dos protuberancias peludas, me saludan cómodamente reposadas en el asiento negro. Estoy por picar en la ventana, para avisar, pero es sólo durante un segundo. Luego pienso que no puede ser un acto accidental, que los huevos no se escapan así como así y que llevar los huevos al fresco... bueno, eso se nota, el airecillo... la melena al viento... Así que pienso que sería terrible hacérselo notar y que me devolviera una sonrisa. En el ipod ahora comentan la singularidad de una parafonía que, diciendo lo mismo, se ha grabado en dos sitios distintos con un intervalo de tiempo distinto, con la misma cadencia de voz. Semáforo, verde y rugir de motores. El exhibicionista testicular arranca y se pierde en la tarde calurosa de Barcelona. Me da por pensar que a pesar de que nos lo merezcamos no llegaremos a la extinción. Alguien o Algo, por ahí arriba o abajo, se lo pasa bomba con nosotros.
Nota de la imagen: la motocicleta no era la de la marca de la imagen, pero por razones obvias, me ha parecido de lo más apropiado.