viernes, 28 de mayo de 2010

Revoluciones (o una pomposa reflexión sobre el principio de acción-reacción)

El tiempo de los bárbaros llegó cuando menos se lo esperaban. Se habían oído rumores de su llegada pero nadie les hizo caso. Aún se sabían engañadores perfectos, habían socavado y vencido a sus antiguos enemigos. Se habían hecho fuertes, más fuertes que nadie y lo que primero conquistaron con la fuerza, ahora lo manejaban con el miedo.

Los bárbaros llegaron y no vinieron de fuera. Aprendieron y crecieron. Adoptaron y se adaptaron y el día que aprendieron que el miedo sólo vivía dentro de ellos, aprendieron a ser libres. Los bárbaros no tuvieron piedad. Destruyeron todo lo que habían temido, sabiendo que la historia nunca les haría justicia. En el camino perdieron su memoria, pero poco les importó. Mataron sus miedos y eligieron ser hombres, en lugar de dioses.

Las revoluciones se dan cuando no hay otra vía posible. Sólo entonces, cuando ya nada se pierde es cuando se tiene la fuerza para luchar contra los propios demonios.

(Que pena que mi jefe no lea este blog)

miércoles, 26 de mayo de 2010

martes, 25 de mayo de 2010

Cuento contado (o versión actualizada de "la Liebre y la Tortuga")


En 8º de E.G.B. era el chico que más rápido corría. Mis momentos de gloria empezaban los viernes a eso de las 12. Hacíamos gimnasia en un campo de fútbol por que el colegio, aunque era privado y caro, no tenía gimnasio, ni pabellón, ni siquiera patio (el recreo lo hacíamos en la terraza del cole). Don J. y creo que después Don J. (otro J), nos sacaban (en fila de a dos y dándonos la mano) al campo del Sta. E. Club de Fútbol. Hacíamos estiramientos y ejercicios de esos de estirar los brazos como un molinete y de esos en los que te doblas y te tienes que tocar la punta de los pies. Más o menos, duraba media hora. Luego tocaba correr.

En clase y creo que fue en 6º, entró un chico nuevo, L. Era una joven promesa del atletismo y desde entonces fue siempre el ojito derecho de los profes de gimnasia. Los demás corríamos a bulto, esperando pasar desapercibidos para escondernos detrás de los árboles que rodeaban el campo. A ninguno nos gustaba correr, era muy aburrido. Hasta que llegó L. y todos quisimos ser como L. No era muy listo, pero era guapo y corría mucho, así que como la gran mayoría no éramos muy listos y las chicas no nos miraban mucho, pensamos que lo suyo sería correr tanto y tan bien como L. Tenía fondo, podía correr 3 campos sin cansarse, pero no era rápido. Yo descubrí que podía correr más rápido, mucho. Las piernas se me ponían como locas y sólo tocaba el suelo con la punta de los pies. No sé si era bonito verme correr, no sé si tenía estilo o si se veían las rayas del viento detrás de mi. Sólo sé que corría con toda mi alma. No llegaba a completar el campo y cuando tenía que parar, el corazón se me salía del pecho y me dolía respirar. Al ratito pasaba L. con su trote y seguía corriendo y yo me quedaba morado tumbado en el suelo. A los profes le gustaba, me decían que yo hacía de "liebre" y que estaba bien que le marcara un ritmo a la estrella del atletismo. L. se hizo mi amigo, no sé si por que los dos éramos igual de tontos o por que yo le hacía de "liebre". No sé.

A mí lo que me importaba era que los viernes, a eso de las 12:30, corría como el viento, que por unos cientos de metros no había nadie delante de mi y que por unos instantes sentía que era capaz de cualquier cosa.

martes, 18 de mayo de 2010

Sabotages


Quizá la figura del saboteador pueda ser una de las más mezquinas y bajas que uno se pueda encontrar en la viña del señor. El que tira la piedra y esconde la mano, mientras señala y denuncia a otro con cara de "¿porquéletiraspiedrasaestabuenapersona?".

Habitualmente el saboteador merodea en grupos sociales controlados y cerrados. Su motivación es la destrucción para conseguir un objetivo que envidia o para esconder algo propio perjudicial, aunque también los hay que ingenuamente piensan que a río revuelto, ganancia de pescadores... o sea, que pueden sacar tajada.

Los ambientes laborales son propicios para este infame personaje. Los hay que se muestran abiertamente y son los menos dañinos, a éstos, se les llama normalmente "pelotas". Los peligrosos son los que llevan un doble juego. A éstos, sólo se les pilla mediante un cebo más o menos elaborado y suele conllevar una ardua tarea de contrainformación. Lo importante es no caer en la paranoia y pensar que todo el mundo quiere joderle a uno, por que de ese modo uno queda alienado y el aire se vicia.

Otro espécimen a tener en cuenta es el saboteador sentimental. A éste se le conoce con el nombre de "buitre" y suele actuar cuando una relación pasa un mal momento para obtener un polvo morboso. Suele pensar de esta manera que ha triunfado donde el otro fracasa y así alimenta su ego. Realmente no quiere todo lo que implica una relación, no quiere lo menos bueno o lo malo, él sólo está para quedarse con lo bueno y desaparecer antes de que venga lo no tan bueno. Por lo tanto, podríamos postular que su beneficio es temporal y no le importan un pimiento las consecuencias de lo que deje tras de sí. La gran diferencia con respecto al primer espécimen es que, a pesar de que a éste también se le pueda descubrir, uno no puede hacer nada por evitar su acción. Transcurre en una realidad paralela donde uno sólo puede esperar (aquí la lucha es sólo esperanza) o abandonar.

Últimamente, desde que la crisis está haciéndose sentir tanto, los medios de información no dejan escapar la oportunidad de repetir ese manido proverbio oriental de que la crisis no es algo malo, si no algo bueno para quien la sabe aprovechar. Si uno se pone a pensar, lo único que saca en conclusión es que le están invitando a hacer leña del árbol caído, a robar o a sabotear a sus iguales, por que claro está, uno no va a sacar provecho de los bancos o de los señores que toman las decisiones.

Me entristecen las crisis, son algo terrible, pero lo que más me entristece es que justo cuando estamos jodidos hayan saboteadores que las acompañen y destruyan y rompan... por suerte, el karma está ahí y como alguien dijo una vez "usted morirá en su nave espacial" y además solo y además preguntándose por qué le van mal las cosas, cuando su propio karma le atrapa...
Arrieritos somos.

lunes, 17 de mayo de 2010

De cómo detener el tiempo.


Hubo un tiempo en el que me convertí en alargador-de-tiempo (valga la redundancia). Para ello sólo necesitaba un reloj con manecillas, una error de cálculo en la velocidad de giro de mencionadas manecillas y algo que quisiera dilatar. Cuando se unen estas tres cosas uno consigue que la percepción del tiempo personal sea tan distinta como distorsionada del resto del mundo que le rodea. El precio (y es que siempre tiene que haber un precio) es o bien la excusa fantástica, el arrepentimiento fugaz o bien, a la larga, la aceptación del resto del mundo de que uno es un impresentable y "siempre llega tarde". La mayoría de veces he buscado siempre esto último, como medidor de aceptación y cariño del esperador, o esperante o paciente (que espera con paciencia). Hay quien ve esta acción como una falta de respeto al que espera... hay mucha gente quisquillosa por el mundo.
Cuando al llegar un verano decidí quitarme el reloj, por la playa o por el sol o simplemente para dejar que tiempo fluyera sin necesidad de controlarlo, me quedé sin máquina-para-doblar-tiempo. Desde ese momento los días pasaron raudos y veloces y casi uno no se había acabado de poner el bañador cuando se encontraba comiendo doce uvas con sus campanadas correspondientes.
En ocasiones echo de menos parar el tiempo. Es curioso que cuando uno es más joven puede desear con igual intensidad pararlo que acelerarlo. Ahora no tengo tanto interés por lo segundo y eso (querido amigo) es un síntoma de que uno deja de ser joven. Hay quien dice que soy lento por naturaleza pero creo que es por que siempre sentí un poco de pena por los animales pequeños, como el gorrión o el ratón. Parecen estar siempre al borde del colapso cardíaco. Siempre me dio la sensación de que vivían poco por que su corazón latía demasiado deprisa, gastaban su vida demasiado deprisa. Supongo que pienso que me queda mucho por hacer, así que me lo tomo con calma... En fin, que me disperso. Querido amigo, si te ves en la situación de querer parar el tiempo ya sabes, reloj, capacidad innata de errar en cálculos temporales y cosas alternativas que te entretengan. Si por alguna razón careces de una o varias de estas tres herramientas, también puedes probar a pasar setenta y dos horas dibujando para una entrega imposible y durmiendo sólo cuatro. Al cuarto día, todo te dará igual y el tiempo se habrá detenido para ti. Su efecto dura unas doce horas y salen ojeras, pero claro, ése el precio.