Hubo un tiempo en el que me convertí en alargador-de-tiempo (valga la redundancia). Para ello sólo necesitaba un reloj con manecillas, una error de cálculo en la velocidad de giro de mencionadas manecillas y algo que quisiera dilatar. Cuando se unen estas tres cosas uno consigue que la percepción del tiempo personal sea tan distinta como distorsionada del resto del mundo que le rodea. El precio (y es que siempre tiene que haber un precio) es o bien la excusa fantástica, el arrepentimiento fugaz o bien, a la larga, la aceptación del resto del mundo de que uno es un impresentable y "siempre llega tarde". La mayoría de veces he buscado siempre esto último, como medidor de aceptación y cariño del esperador, o esperante o paciente (que espera con paciencia). Hay quien ve esta acción como una falta de respeto al que espera... hay mucha gente quisquillosa por el mundo.
Cuando al llegar un verano decidí quitarme el reloj, por la playa o por el sol o simplemente para dejar que tiempo fluyera sin necesidad de controlarlo, me quedé sin máquina-para-doblar-tiempo. Desde ese momento los días pasaron raudos y veloces y casi uno no se había acabado de poner el bañador cuando se encontraba comiendo doce uvas con sus campanadas correspondientes.
En ocasiones echo de menos parar el tiempo. Es curioso que cuando uno es más joven puede desear con igual intensidad pararlo que acelerarlo. Ahora no tengo tanto interés por lo segundo y eso (querido amigo) es un síntoma de que uno deja de ser joven. Hay quien dice que soy lento por naturaleza pero creo que es por que siempre sentí un poco de pena por los animales pequeños, como el gorrión o el ratón. Parecen estar siempre al borde del colapso cardíaco. Siempre me dio la sensación de que vivían poco por que su corazón latía demasiado deprisa, gastaban su vida demasiado deprisa. Supongo que pienso que me queda mucho por hacer, así que me lo tomo con calma... En fin, que me disperso. Querido amigo, si te ves en la situación de querer parar el tiempo ya sabes, reloj, capacidad innata de errar en cálculos temporales y cosas alternativas que te entretengan. Si por alguna razón careces de una o varias de estas tres herramientas, también puedes probar a pasar setenta y dos horas dibujando para una entrega imposible y durmiendo sólo cuatro. Al cuarto día, todo te dará igual y el tiempo se habrá detenido para ti. Su efecto dura unas doce horas y salen ojeras, pero claro, ése el precio.