Malditos equilibristas chinos. No sé cómo lo hacen. Malditos sean. Tal vez es por que se entrenan desde pequeñitos, o quizá es que ya nacieron así. Igual el secreto es ser pequeño y no crecer, o crecer pero seguir siendo niño. Con la mente de niño (el universo de niño, la mirada de niño), sin miedo a caer. Tientan al vacío llevando consigo la gloria y la derrota sin alegrarse demasiado, sin entristecerse demasiado. Se acostumbraron a flotar, a levitar y a volar sin volar. Malditos sean.
Los imagino y noto el nudo en el estómago, la sonrisa entrecortada, a medias las lágrimas y les envidio. Yo que siempre fui hombre-bala (a veces con red, a veces sin ella) y que lograba despreciar la gravedad (la física y la otra) sólo por que la explosión me hacía volar (ese querer que me quieran para encontrar una razón para quererme). Para mí, que no tengo madera de domador y ser payaso me rompe, lo más difícil siempre fueron las cuestiones del equilibrio. "Toma, esto es para ti" (toma, sólo toma). Un monólogo y la espera se desintegra por que deja de existir o por que lo llena todo. Entonces flotas y te vuelves pulso acelerado y sangre y adrenalina y tus contornos se definen y es entonces cuando sabes que estás vivo por que te estás muriendo desde siempre.
El vacío, la cuerda tensa, la caricia, la sonrisa a un par de centímetros, el abrazo, el aliento, el beso que no llega y el salto que tienta (que tanto tienta).
Malditos equilibristas chinos.
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