viernes, 17 de julio de 2009

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Pues eso, que es mi cumple. Estoy en mi cafetería favorita (sí, hoy prometo ser ñoño-ñoño-ñoño) con los restos del café con leche, los restos de croissant de chocolate (no hay quien se acabe esta bomba), unos pitis (los justos, sólo los justos), las entradas que me ha regalado Animalito (para irnos “a cualquier otra parte”), el diminumicroordenador que me ha regalado Vakame (tantísima grasia, padre) y una sonrisa de oreja a oreja. Aunque no haga sol, aunque no llueva, aunque el día no acabe de decidir qué quiere ser.

Llevo unas cuantas semanas con puntas (que es cuando uno es tan cochinamente feliz que no sabe muy bien qué hacer ni dónde meterse y acaba explotando por algún lado). También llevo algunas semanas echando la primitiva y el euromillones (por ahora sólo un reintegro), quizá porque soy consciente de que no me va a tocar y de que (de algún modo) equilibro toda mi buena suerte, con la mala suerte de que nunca me toque. No me importa que no me toque si sigo conservando esta… buena racha (ayyyy las supersticiones). No me importa seguir en la Secta durante treinta o cuarenta años más, o hacer malabarismos con la cuenta corriente (que más que malabarismos es cuestión de prestidigitación).

Ha sido (y seguirá siendo) un camino difícil. Han cambiado muchas cosas. He cambiado muchas cosas. De unas no me he dado cuenta y todavía tardaré un poquito en darme cuenta (siempre llego tarde, pero llego) y de otras cosas sí he sido consciente (a veces demasiado). Mitad caracola, enrollado en mi propio yo y mitad sordo (sin eco de olas). A medias, casi, pero “in progress”.

Ayer le decía a Animalito que llevaba un tiempo con la piel dada vuelta. Estoy aprendido a escuchar y a volverme esponja y la consecuencia es que no me cambio por nada. No me difumino ni quiero estar más de visita. Quiero “esto” y quiero más de “esto” y más de “aquello” (que es lo que ha de venir, sea lo que sea). Creo que es todo cuestión de arriesgar, de no quedarse parado en los sitios que uno conoce. De asomar la cabeza, olfatear el aire y ponerse a caminar. Decidir, dejar y tomar.

El año pasado celebré mi cumpleaños en el bar de la esquina. Animalito me preguntó (por que Animalito ya estaba ahí) que cómo lo iba a celebrar y no supe que contestarle, así que tuve una pequeña conversación conmigo mismo y me fui a emborrachar (gintonic mediante) al bar donde traté de educar mi paladar a la cerveza (sin demasiado éxito). Estuve solo por que quise estar solo y cuando no me aguantaba ya en pie, me fui arrastrando (literalmente por las escaleras) a mi cápsula, donde recibí un par de llamadas que no supe contestar adecuadamente, para enterrarme en la cama-que-no-paraba-de-dar-vueltas. Fue mi regalo de mí para mí. Permitirme ser yo. Fue extraño, pero fui feliz.

A partir de ahí no he dejado de excavar. Ya había empezado antes, pero no me (lo) tomaba en serio. Y ¿sabes qué? Me gusta lo que he ido encontrando. Casi tanto como lo que me queda por encontrar. Seguiré echando lotería para que no me toque jamás.

Gracias.

D.

2 comentarios:

  1. Felicitats D!!

    ...la sensación de mirarse por dentro y sentirse satisfecho, avanzar hacia donde sea pero avanzar, nunca quedarse parado..

    PD. Es raro de pronto ponerle cara a alguien que en parte conoces interiormente, pero no físicamente! ;)

    Lo dicho, happy happy

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