Parece ser que los lunes son un buen día para follar. Personalmente pienso que cualquier día es bueno, pero mis vecinos del tercero no están de acuerdo. Sus días, son los lunes. Él es silencioso, cual ninja en una noche sin luna. Ella es una soprano emitiendo el canto del cisne. Algunos lunes (últimamente casi todos) me pierdo el espectáculo, pero hoy no. Así da gusto, que bien se lo pasan -pienso, alargando mis dientes hasta el suelo- y me quedo quietecito alternando a mis vecinos, con los ciclistas tardíos del bicing de abajo, o al tráfico de la calle que no veo, pero oigo. Me gusta, no tanto como para que se me ericen los pelos, pero sí como para sonreir y contener un aplauso cuando llega el punto culminante. Hay pausas traicioneras que uno no sabe a qué atribuir y luego otro arranque vigoroso y furibundo. Digo que no sabe a qué atribuir porque o la cosa es rapidita e intensa y múltiple o la cosa va lenta y ella lo hace múltiple. Yo me inclino por pensar que el vecino es un tigre de bengala, un Sandokán irredento facedor de maravillas inefables. Y sonrío. Algunas veces me los he cruzado en la escalera y lo de cruzarse es un eufemismo, porque en mi escalera no te cruzas, te salvas o saltas por encima porque mucho espacio material no hay. Él es un poco hombre-paloma, de ojos laterales casi en las sienes y ella es un poco mantecosa pero muy simpática (y con unos agudos de romper vasos, incluso los gordos de Ikea). Me caen bien. Al contrario que mi vecino de abajo, sordo y compartidor de ruidos graves (los más optimistas lo llaman música) que nunca folla o sólo lo sabe hacer al ritmo (hay que tener mucha fe para llamar a eso ritmo) de baterías psicodélicas y rayos láser. Tampoco me cae bien mi vecino de más abajo. También por su afán compartidor de música, aunque esta sea jazz y ritmos africanos (superultramegaalamoda) y por sus ansias de ser superultramegaguay. Un día me invitaron sutilmente a una fiesta (tan pobre y mísero estaba...) pero no lo debí entender bien porque les contesté "Ah, o sea que hoy mejor me pongo los tapones". Por la cara que pusieron no creo que me inviten más. Abajo del todo vive el hombre-vela, que no sé cómo se las apaña con las músicas y los ruidos, pero ahí sigue él, irreductible cual Astérix.
En mi escalera hay amor, ruídos, Africaguaymoladora y un hombre-vela. También estoy yo y algo raro también debo tener porque me dedico a escribir sobre ellos.
En fin, que se acabaron las vacaciones y que aquí está uno de vuelta y que hoy es lunes y en el tercero se folla. Enhorabuena.