martes, 11 de agosto de 2009

Encuentros y marabuntas


Resulta que uno decide ser nómada y pasar sus recién estrenadas vacaciones, entre Pinto y Val y Demoro (piso, casa-que-ahora-no y casa-conocida). Más que nada para hacer algo con su tiempo y sentir que hace cosas (luego llamo a lo de la autoescuela, palabrita). Así que en su piso uno pretende organizar y redibujar y afilar alguna cosilla, en la-casa-que-no uno le echa un ojo a las bestias (además de queso, salmón y pienso) y en la casa-conocida uno se derrite y se deja ir (léase playa).
Así uno se divide y trata de atacar las cosas que tenía previstas (esas millones de cosas que uno deja "para vacaciones" por que durante el resto del año piensa que no tiene tiempo). Total, que empieza a aterrizar en su redescubierta ciudad, que es la misma que hace unos días, pero los aborígenes están todos en la costa brava, en la costa dorada o... en costa rica... ... (pausa), bueno, los aborígenes se fueron y ahora invaden la ciudad hordas inmensas de bárbaros, armados hasta los dientes, con aparatos digitales que disparan con tanta furia y rabia que hasta Charles Bronson se echaría a llorar como una niña.
En esas, que uno (de espíritu indomable y arriesgado) sale a dar un paseito, tratando de disimular, parándose en los escaparates de tiendas, mirando distraidamente postales, para que los invasores lo confundan, no vaya a ser que descubran que uno es autóctono y les de por inmortalizarle como "homo barcelonensis" y le obliguen a corear el himno del Barça y explicar por qué Gaudí hacía lo que hacía. Así que para su sorpresa y mientras atraviesa una calle cualquiera del gótico, se encuentra con otro especimen que camina disimulando detrás de un guía con paraguas y además para colmo de casualidades e improbabilidades resulta que no sólamente se conocen, si no que además son amigos*. Qué cosas. Quién lo iba a decir. Entonces y ante el temor de ser descubiertos por la marabunta babelítica, se miran, se calculan, levantan una ceja (saludo secreto) y siguen por su camino, conscientes ambos de que la prudencia les acaba de salvar la vida (y probablemente la dignidad, pero de eso no estoy tan seguro como de lo primero).

* Jaume, me alegro de verte, bien los niños? te jubilan? sigues de profe? cuídate Jaume, hablamos otro día... en invierno quizá).

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