Uno pasea. Pasea por que le gusta pasear, le gusta su ciudad, descubre cosas nuevas cada vez que pasea (acaso es siempre uno el "nuevo"...) y porque no le queda otra que pasear o ir en bici porque motorizado aún no está. In progress, eso sí, que ya estoy matriculado (suena a promesa de matrícula de coche) de una reputada y real autoescuela. En fin, que uno pasea y en esos paseos, cuando uno se deja sorprender, se puede encontrar de todo. A veces, hasta cosas interesantes. Un ejemplo puede ser el-callejón-de-la-puerta-roja. Misteriosa a más no poder, por lo menos a mí me lo parece. Queda cerca del bar "el tropezón" para los curiosos y fetichistas, que no sé si los habrá pero es bonito pensar que sí y que alguno me lee. El-callejón-de-la-puerta-roja ya suena de por sí a título de novela mediocre de los 50 o a farragoso y engolado cuento gótico (máscara por callejón y muerte por puerta y ya tienes a Poe).
¿Qué debe ocurrir detrás de esa puerta?¿A dónde conduce esa puerta?¿Por qué está justo al final del callejón, acaso no es una invitación a que la calle continúe? En cuanto a las dos primeras preguntas no sé responder, especular sí, pero no afirmar nada. En cuanto a la tercera, la respuesta es SÍ. Sí, la calle deja de ser callejón y se convierte en calle. Igual que las baldosas amarillas (que tan obsesionado me tienen), las puertas son rojas y se abren paso a través de lo común para llevarte... a otro lugar. Son signos para quien los quiera ver, por supuesto, pero me extrañaría que quien se ha esforzado tanto en darle continuación al callejón, fuera alguien o... "algo normal"... Quizá (ahora vienen las especulaciones) se trate de otro mundo simétrico (también estoy obsesionado por eso) o un tugurio "semisecreto" y clandestino, como el Sr. Popoff (Animalito me contó esa historia), o quizá se oculte un lugar donde se celebren ritos y ceremoniales arcanos (eso no me tiene obsesionado). Sea lo que sea, condensa toda la atención, y por lo tanto, la energía de esa calle que quiere ser y no es (L.Khant). Al mismo tiempo que parece llamarte, a uno no se le ocurre acercarse mucho... eso también es curioso.
No sé... esto de que sea puerta y roja (más allá de que sea la continuación virtual del callejón) a uno le inquieta. Estoy pensando en cuando yo quise hacer mi recibidor (descansillo de microescalera) rojo, pintando con un permanente rojo la bombilla de al lado de la puerta... y el resultado no fue del todo... satisfactorio. -¿En qué piso vives?- me preguntarían.- En la planta roja- diría yo, con voz hueca y seria. En la cabeza de uno eso sonaba bien, pero el resultado era más cercano a un puticlub que al ambiente serio y espartano que tenían los sollaos del barco de la mili. Desistí. No quería pintar y la puerta se quedó con ese marrón espantoso que sigue teniendo.
Si alguna vez, en el ejercicio de la profesión o por casualidades de la vida, me toca cerrar algo "mágico", le pondré una puerta roja. Prometido.
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