sábado, 8 de agosto de 2009

Guerras (simas III, o "així, no es pot")


Simas II (prólogo)

Simas II todavía no está escrito. Vivido sí, pero no escrito. En Simas II, lo fundamental que pude aprender es que las cortinas impermeables no hacen falta. Es decir, que todas esas cositas que uno no dice y se esconde poniendo cara de culpabilidad son como un mosquito en la sopa, sobre todo cuando se descubren (por que uno no es tan listo como piensa) y por que lo que a uno le parece una nimiedad que es capaz de perdonarse (pero sabiéndose ocultador) no tiene por que ser baladí para el otro. Acaso llega a ser fundamental, por que se coje, se mide y se pesa con balanza diferente y acaba siendo un palo en la rueda que nos hace saltar, perder tierra firme y no saber donde caer. No hablo de mentir, hablo de todo aquello que "noesnecesarioquesepas", pero que al fin y al cabo se da de tortas con la sinceridad. Sinceridad brutal y absoluta. Devastadora si hace falta. Sabemos que la verdad es algo subjetivo, la balanza cambia de color, tamaño y peso dependiendo quien la tiene, por eso hasta que no se negocia un sistema de medidas y pesos común (kilopondios, julios y demás) uno se va dando de tortas. Dándolas y recibiéndolas, que de todo hay. De eso trataba Simas II y algo (poco o mucho) tiene que ver con Simas III.

Simas III.
Por alguna razón que no entiendo (sospecho, pero no entiendo) esto de las guerras civiles se me da muy bien. Excepcionalmente bien. Sin embargo, las batallas en tierra vecina, extrangera, se me dan peor. Me dejo arrasar o firmo un armisticio, pero soy reticente a la lucha, a la sangre y al olvido. Por alguna razón no movilizo infantería, ni artillería, ni caballería ni nada de nada. Doy la orden y aparecen las cabezas nucleares y luego... luego normalmente no aprieto el botón rojo o lo aprieto y aquí paz y después gloria. No hay término medio y eso me mosquea. Mis diplomáticos y generales de a pie son unos inútiles cuando se trata del extranjero. Creo que no saben idiomas y así no hay forma de comunicarse. En concreto tengo un diplomático que es tartamudo y sólo repite la misma frase, luego está listillo que se calla y mira desde arriba (con aquel "usted no sabe con quien está hablando") y luego está el que da miedo, el que destruye y no sabe ni quiere entender. Mierda, pero es así. Los generales son otra historia, atacan y hacen daño. Están bien entrenados, pero no saben retroceder, no se repliegan, ni calculan pérdidas y cuando el daño, cuando las pérdidas son insostenibles, no se dan cuenta y apenas tienen tiempo para salvar su propio culo. Inconscientes o tontos, todavía no sé como tratarlos. El botón rojo es lo que es. El botón de "adiós, muy buenas" y la como la radiación no se controla, acaba segmentando y destrozando mis propias fuerzas.
Supongo que me cuesta comprender otras realidades. El problema está detectado y como dice R (o yo, después de hablar con R) "si sabes cuál es el problema, más de la mitad ya está solucionado". (I will see).
Me equivoco como el que más, pero prefiero pensar que no soy tonto de remate, sólamente que soy un poco más lento aprendiendo. Quizá lo suyo sea licenciar a todos estos inútiles y buscar unos buenos intérpretes que sepan leer, hablar y escuchar en condiciones. Quizá lo suyo sea pensar que no hay enemigos, si no aliados en potencia y destituir a este dictador con parkinson que se chifla por los botones rojos.
De momento (y para darnos la razón a R y a mi) voy a empezar a despedir a toda la cúpula militar por que para lo que podrían servir, no sirven. Los recursos militares irán para investigación y teología. Cálculo y Fe, a ver cómo va. (In progress, diría el matemático. Seguro que bien, diría el creyente).

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