lunes, 28 de septiembre de 2009

Elquesealimentaderabia


Hay un loco en el metro. Bueno, hay muchos, pero me he topado con uno especialmente... retorcidito. Ya sé que loco no es un término adecuado, además de ser peyorativo para alguien que tiene algún tipo de trastorno mental. Como este tipo me ha parecido especialmente cabrón, no me apetece disculparle o ser comprensivo pensando que tiene algún trastorno y le llamo loco, a secas. Puede ser fascinante (turbador, acaso) tener la capacidad de "ver" el mundo de otra manera, pero cuando el mundo es sólo una excusa para volcar la propia mierda sobre tus congéneres... pues ya no resulta tan fascinante.
El tipo en cuestión es un tipo joven, entre 30 y 35, vestido con camisa, pantalón de pinzas, gafas, aseado y con cara de no haber roto un plato en su vida. En la mano lleva un maletín (ahora me pregunto que tipo de cosas debe llevar ese tipo ahí...). Escoge su víctima. Lo mismo le da chica que chico, por ahora no he podido establecer un patrón. Total, que el tipo se acerca rompiendo cualquier tipo de espacio vital (o sea, se acerca mucho) y empieza a farfullar y a cabrearse de manera exponencial. Eleva el tono. La víctima responde educadamente (al principio) y cuando comprende que así no va a ningún sitio, se muestra cada vez más sorprendida, incomprendida y abochornada por momentos. El nivel de violencia y de tensión crece. El tipo empieza a golpear las barras y agarraderas cuando se siente ignorado por su víctima. Busca la confrontación. Creo que se alimenta de esa violencia. Cuando la víctima, cansada y tensa, intenta deshacerse de él, éste responde intimidando con la cara desencajada. No sé cuantas veces le habrán roto la cara en su vida, pero sospecho que muchas. Esta mañana le ha tocado a una pareja de veinteañeros. El chaval quería comérselo y la chica, intentado mediar, ha hecho un esfuerzo titánico para parar a su novio y al tarado. Yo iba enfrente, con mis auriculares escuchando al bueno de Iker y sus ovnis y cuando he comprendido que el "lococabrón" atacaba de nuevo (experiencia nº2, el otro día le tocó a un chico argentino) me he sentido obligado a volver a la tierra y silenciar a los extraterrestres. Más que nada por si había que separar a alguien o empujar al lococabrón en la siguiente parada (con algún golpe o patada discreta de propina). Cuando el lococabrón ha decidido que era suficiente se ha ido satisfecho, dejando a todo el vagón en una tensión y rabia que nada ayuda un lunes a primera hora de la mañana. La chica a acabado llorando, su novio abrazándola lleno de rabia contenida (con un inicio de úlcera) y yo con la mirada vacía.
No me gusta la violencia... no es jamás mi primera respuesta, ni la segunda y creo que ni siquiera la tercera... pero si alguna vez me toca y he de elegir entre tener una úlcera o tener media úlcera y tres kilos de rabia menos... me quedaré con lo segundo. A uno ya le joden lo suficiente (sueldo mediante) como para dejarse joder de manera gratuita.

Chuck Norris que estás en los cielos...

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